A lo largo del año son muchos los ciudadanos y sobre todo jóvenes, que se plantean dónde ir de vacaciones, qué país acaparará sus inquietudes turísticas. Nombres exóticos, casi desconocidos, paradisíacos concitan las propuestas y los elegidos ocupan un puesto en la lista de agraciados hasta que sea señalado uno.

Es de aplaudir este interés por recorrer mundo y abrirse a otras culturas, por saber que los límites del horizonte no coinciden con la realidad, que al otro lado hay mucho por conocer. Pero lo inaudito es que busquemos lo de más allá sin saber cómo es lo que comparte nuestro espacio geográfico, quién sumará su voto al nuestro en elecciones venideras, sin saber el monumento restaurado con la inversión de nuestros impuestos y en resumen, quiénes son los identificados con el término “ españoles “.

De nuestro entorno, pocos países hay en los que sus ciudadanos estén tan faltos de información, que les sean tan extrañas y alejadas las tierras que se extienden fuera de su región y que no puedan recitar algunos rasgos del carácter de los que las habitan, fuera de lo que machaconamente les han dictado las televisiones adiestradas para ensombrecer las relaciones entre los miembros de un país, un estado o una nación.

Con este sustrato no es sorprendente que podamos ser seducidos por relatos alejados de la realidad, relatos semejantes a cuentos de hadas, sacados de un sueño impostado. Hemos sido capaces de aislarnos de lo que vienen sufriendo compatriotas a los que se les ha negado parte de los derechos que avala la Carta Magna, sin comprender que eso nos hace rehenes de los que han elaborado un plan maquiavélico.

Gratificante sería si ante las continuas injusticias perpetradas a una parte de los ciudadanos, hubiéramos sido capaces de salir en su defensa y no cesar hasta que se restaurasen esas profundas y mezquinas ofensas, hubiéramos mostrado los rasgos de equidad que el ser humano puede llegar a tener, por el contrario, nos dio igual o pasamos cuando veíamos que los extremeños volvían a quedarse sin trenes acordes a los tiempos presentes, mientras a otros se les concedían una y otra vez los mejores medios de transporte, cuando nos enterábamos que se les negaba a los viticultores del cava de Valencia, de Aragón, de La Rioja y de otras comunidades, ampliar hectáreas de cultivo, mientras a los catalanes todo eran dádivas, y también cuando se olvidaban pueblos enteros a su suerte y con ello como consecuencia la pérdida de población, mientras centraba la atención del Ejecutivo otros en mejor situación, para los que era todo su apoyo institucional, y así muchos ejemplos jalonan los años de democracia. El más sangrante de los atropellos ha sido el negar en las escuelas y en los espacios públicos de Cataluña el uso del idioma oficial del Estado. El español ha sido vetado sistemáticamente, muchos han sido los olvidados, atropellados y el resto de españoles no se han sentido implicados. Ahora igual que la peste, esta aberración sobrevuela al superar los límites de la cuna madre y entrar de lleno en tierras de Baleares y en los límites valencianos.

Cualquier suceso sobrevenido en ésta u otra parte de nuestro territorio, debería sensibilizar a todos los que tienen la ciudadanía española. Hacer suyas todas las irregularidades, sentirse víctimas de ellas es lo natural y más aún cuando esas anomalías van dirigidas a la línea de flotación de la Nación.

Mentira, palabra hoy con la mayor fuerza que nunca poseyó, es la que define la personalidad del candidato a presidente de gobierno. Sin ella no existiría el señor Pedro Sánchez y eso es lo grave, tener en el panorama político personalidades de tal calibre, personajes que son capaces de negar la soberanía nacional planteando temas de gran calado fuera de las instituciones: El Parlamento está siendo vaciado de sus competencias al suplantarlo por reuniones bilaterales y decretos ley.

En estos momentos la situación política manifiesta un estado lamentable, los síntomas son múltiples y graves, la claudicación ante las pretensiones de los secesionistas, tanto vascos como catalanes sin dejar a un lado las condiciones impuestas por Bildu.

Hay que facilitar la salida del líder socialista si se quiere salvar el Estado de Derecho, pues se ha dejado intuir en el pleno de investidura que el Estado quiere secuestrar al Gobierno. Una aberración diáfana es facilitar la interpretación que supedita las Instituciones a las veleidades de un gobierno. Democracia no es utilizar un lenguaje golpista y esto es lo que estamos viviendo, un disparate conceptual al colocar por encima de la ley – no judializar – el diálogo, un diálogo cargado de concesiones a los enemigos de la libertad y de España.

Descartar el engaño es un gran reto que tenemos por delante, nunca más el engaño, la mentira. Todo político que sienta esa debilidad, si no se descarta el mismo, debe ser excluido por los ciudadanos con su voto.

Ana María Torrijos