Disponer de protección, siendo un alto cargo del Gobierno, tiene su sentido y lógica. Por tanto, ostentar el rango de vicepresidente del Gobierno, aunque se necesiten cuatro personas en dicho escalafón, merece el pertinente cuidado.
Pero, en todo caso, atender las exigencias de seguridad debe hacerse sin excesos en el uso de los recursos públicos. En este sentido, las imágenes perimetrales de la vivienda palaciega de Galapagar dejan clara cierta prepotencia y abuso, por parte del televisivo hipnotizador de niños.
Puedo comprender, desde la vertiente personal, el malestar que puede ocasionar que la gente se congregue junto a la verja de tu domicilio particular acordándose de ti y tus decisiones. Quizás sea el precio a pagar por la ansiada fama. Aunque considero que, en todo momento y a pesar de ser quien es y lo que representa, ha de primar la educación y el respeto. Se debe permitir el descanso y la vida privada de todos, sean plebeyos o, como es el caso, integrantes de la casta y nobleza palaciega.
La reutilización de las cacerolas, que tanto juego y provecho le proporcionaron antaño, cuando una simple cacerola simbolizó la activación de una parte de la sociedad cansada de las decisiones de sus gobernantes, puede suponerle momentos de nostalgia que ahora aborrezca. Escuchar de cerca las quejas, con ese formato sonoro, certifica el aprendizaje global de unas tácticas y enseñanzas que, por defecto y salvo casos excepcionales, llevan a cabo los irrespetuosos simpatizantes de los que ahora sufren sus consecuencias.
Habiendo dejado de ser parte de lo que llama “el pueblo” puede que todo se vea diferente. La perspectiva desde la Torre del Homenaje del castillo de Galapagar puede distorsionar la mente, más aún soportando la protección de aquellos que tanto has cuestionado, meros servidores públicos y profesionales guardias civiles, que ahora en incontable y costoso número custodian los accesos al castillo y garantizan el paseo por los jardines de palacio.
Que no piense que le protegen por ser una persona de valía, lo importante y lo que justifica el dispendio es el cargo, además de sus miedos. Ya no engaña a nadie. Muy a nuestro pesar conocemos su objetivo, como también sabemos de su cinismo al hablar de patriotismo, al usar el nombre de España o al cobijarse a la vera de una bandera rojigualda que no siente.
Javier Megino – Presidente de Cataluña Suma Por España