Acabamos de vivir un nuevo paso en la no reconocida, aunque evidente, cesión en favor del separatismo. Una muestra más del cúmulo de situaciones con excusa inverosímil de nuestro patético Gobierno.
Lograr el apoyo, para gobernar España, de los que solo pretenden destruirla y romperla es rastrero, humillante e inmerecido. Y esto, no lo olvidemos, sucede por el pasotismo de los dirigentes apoltronados en sus sillones, junto al más que probable engaño a los socialistas de base que han apoyado y votado en su favor.
La gran mayoría de los dirigentes, afiliados y votantes de dicho partido seguro que no son separatistas y defienden el constitucionalismo. Por eso espero qué, de una vez por todas, superen las pesadillas bélicas domésticas del siglo pasado y valoren, con objetividad, las políticas de la coalición en el poder.
España necesita que alcen su voz sin complejos sí, como es deseable, mantienen como prioridad la defensa constitucional de la nación a la que juraron fidelidad en su nombramiento, o a la que dicen que quieren cuando están en la terraza del bar o en la comida familiar.
Ya sabemos el paupérrimo nivel del equipo gestor que ha liderado la crisis sanitaria. Nada bueno se puede esperar de tanta acumulación de mediocres tomando decisiones. Pero, a pesar de la neblina que supone el monotema del covid-19, una vez consumado nuestro ridículo en el pozo del farolillo rojo médico y tras lograr la excelencia en la ingeniería del dato contable, debemos tener en cuenta que se producen en la sombra cesiones y concesiones que dinamitan los cimientos patrios, siendo el único pretexto dar gusto y regocijo a los separatistas que, con su chantaje, controlan los hilos de las marionetas picapedreras.
Parece que este Gobierno no sopesa los costes derivados de sus decisiones, valorando solo su pervivencia. Solo con el argumento inmoral de esa dependencia es comprensible el repliegue de la Guardia Civil en ciertas comunidades, que se valore el desmantelamiento de la sede de la Jefatura Superior de la Policía Nacional en la Vía Layetana, se amedrente y reduzca a manifestantes por quejarse con la enseña nacional, se proteja con dispendio al mentiroso zorro responsable del gallinero, se utilice a la Policía y Guardia Civil arbitrariamente o, en otro orden, mezclen Reforma Laboral con la prórroga del estado de alarma sanitaria. No seamos ingenuos. Se venden sin importar el coste, aunque suponga la ruina de España.
Esa ansia por cumplir con los que mandan ha supuesto el cese del coronel Pérez de los Cobos. En su caso, el gran y profesional trabajo llevado a cabo para hacer frente al terrorismo etarra, además de su dedicación durante el farragoso periodo en el que combatió la paranoia separatista, han sido suficientes para incomodar al Gobierno y, a petición de sus amigotes, acabar apartado de su cargo.
Hacer las cosas bien y defender España tiene ese coste, en estos momentos singulares de nuestra historia en el que los malos son los que mandan. Esa es la verdadera razón y no otra que dulcifique o camufle dicha decisión ministerial. El acostumbrando criterio sectario y partidista de esta ultraizquierda antiEspaña gobernante ha dictado su sentencia.
Me uno a la mayoría de españoles que solo tenemos palabras de agradecimiento al coronel Pérez de los Cobos. Sin duda, siendo denostado por los malos, seguro que ha sido bueno para España.
Javier Megino – Presidente de Cataluña Suma Por España