Es la pregunta que golpea con insistencia a cualquiera de los millones de personas que se sienten formar parte de una nación, vieja, con el rostro surcado por la huella de muchos momentos vividos, tristes, alegres, y en la mirada un glorioso relato de grandeza que ha marcado los valores de la cultura occidental. Ahora esa nación llamada España, después de su largo transitar por la Historia, se encuentra en una encrucijada bastante opaca; en nosotros está el trazar el camino hacia la libertad o por el contrario facilitar la desaparición del Estado de Derecho y hasta posiblemente el desgarro social con la rotura de nuestra vida en común, compartida durante siglos.

El ingrediente que puede lanzarnos a lo más hondo de ese oscuro doctrinario en el que hace unos años hemos entrado, es dejarse arrastrar por imágenes de falso igualitarismo, de una cuota mínima como sostén monetario frente a la quiebra de la economía , que si la ha empujado la epidemia no menos cierto es que el Gobierno en el que priman intereses ideológicos, no el bienestar de la ciudadanía, la ha acrecentado a límites insospechados, pues sus consejeros en esa área han sido Pablo Iglesias y Otegi.

Cada semana TVE alegra su pantalla con la presencia del pulido Presidente, que nos hemos dado a través del sostén de la ley electoral, pero en esta última ocasión, muy en tono triunfante, nos comunicó la suerte de poder disfrutar pronto de fútbol, de viajes y de un limosnero. Y como suele ocurrir en lo que ha transcurrido de su mandato, un nuevo aditivo se añadió a las pocas horas, la derogación de la Reforma laboral del señor Rajoy acordada por el sagaz socialista y el partido de Bildu, hijo natural de los filo etarras. Como era de prever conociendo sus anteriores actuaciones, no detalló las medidas dinamizadoras del tejido empresarial ni de los autónomos, no apuntó cómo recuperar miles de puestos de trabajo y sin los sueldos, resultantes de ese esfuerzo, cómo sostener a las familias. Se imaginó que su discurso iba dirigido a unos ciudadanos desprovistos de sentido común, desconocedores de los múltiples fallecidos y despreocupados de sus responsabilidades laborales. Por un momento me trasladé a la antigua Roma imperial, en la que los juegos circenses servían de hipnosis para que el pueblo no se plantease reivindicaciones sociales. Después de dos meses largos de angustia, se le ocurre decretar luto nacional y cabría decirle “ bien pero algo tarde “; la pregunta que planea es saber la circunstancia que le ha obligado a tomar esa decisión aunque sospechamos que responde a la misma que le animó a aceptar la equiparación salarial de la Benemérita que no es otra que la necesidad de su salvación política.

Lo único llamativo en el informe sanitario diario, es ver con gran sorpresa la subida y bajada del número de fallecidos, justificada por mediciones expresadas con un vocabulario hermético que nos estimula a usar el diccionario para saber lo que quiere decir el responsable de ese comunicado. Y en paralelo con el transcurrir de los días, se va agrietando el modelo institucional que nos permite considerar la vigencia de la ley. El ejecutivo está superando los límites de sus competencias e invade las del otro poder, el Judicial, el encargado de vigilar el cumplimiento del marco legal, pero limitado desde que el señor Felipe González empezó ya a permitir ese atropello.

Si la crisis sanitaria ha superado a este gobierno, que de bicolor pasa a ser el arco iris en cada prolongación del estado de alarma, la que nos empieza a tutear puede enterrarlo. Muchas empresas pequeñas y medianas han cerrado, ahora les toca a las de gran envergadura, la fábrica NISSAN de Barcelona con muchos puestos de trabajo directos e indirectos es un ejemplo. Esta empresa superó su mal momento en el año 2013, durante la anterior legislatura; surtieron efecto los encuentros entre el equipo de gobierno de entonces y los representantes de la empresa, pero en esta ocasión imposible con unos interlocutores defensores acérrimos de lo público frente a la iniciativa privada, a lo que se ha de sumar el ambiente de violencia en las calles de la Ciudad Condal que el secesionismo propició en fechas no lejanas.

El colofón a toda esta sucesión de actuaciones, podría decirse “ retahíla “ de actuaciones, pero no cabe aquí la monotonía que implica el término por las graves consecuencias que acarrea cada decisión del Ejecutivo, es que el ministro de Justicia, instrumento necesario para atropellar la ley, ha cometido una de las más graves ofensas al benemérito cuerpo de la Guardia Civil. Con intención de someterlo a sus decisiones políticas, ha destituido de su cargo al frente de la Comandancia de Madrid al coronel Diego Pérez de los Cobos por resistirse a contravenir las ordenes de una jueza. Los principios del cuerpo son claros “ el Honor es su Principal divisa “.

Ana María Torrijos