Tras casi un cuarto de siglo como socio de la Piscina Municipal de Can Xarau en Cerdanyola del Vallés, he tenido la primera intromisión directa y personal del supremacismo idiomático.
Con el argumento de eximirse de responsabilidades en caso de que un socio enferme de Covid-19 en las instalaciones, al Ayuntamiento de la localidad (gobernado por el PSC) se le ha ocurrido lanzar un documento a la firma de los usuarios que libere de toda carga al municipio en caso de enfermar por el uso de la piscina municipal.
Para los nadadores de la localidad no hay donde elegir. O vas a la piscina municipal de Can Xarau o no puedes nadar en piscina de 25m cubierta. Por tanto, has de aceptar el estado de la piscina y las carencias de servicios, si la comparamos con las instalaciones equivalentes de cualquier población colindante.
Tras dar mi visto bueno a la firma del documento, puesto que parece que es un condicionante para poder entrar a nadar, tan solo exigí que estuviese en español. Lengua común de todos los españoles, oficial en toda España y, en el caso de la localidad y los usuarios de la piscina, de uso corriente para dos terceras partes, al menos, de la población.
Ante la indisponibilidad de dicho documento en la lengua mayoritaria de los ciudadanos de Cerdanyola del Vallés, dejé claro que mi intención era firmar pero lo haría cuando estuviese el documento en español y existiese la posibilidad de elegir, indistintamente, en uno u otro idioma.
No me vale que, como me han dicho, “los de secretaria aclaren dudas” para el que las tenga. Se trata de tu derecho a conocer de primera mano lo que firmas. Una persona que no conozca la segunda lengua de uso en Cataluña no tiene que depender de que otro le explique lo que pone, máxime si todo acaba con una firma personal. El derecho a elegir debe darse desde el momento cero de la puesta en práctica de una medida de este tipo. Es tan fácil como usar las dos caras del folio impreso.
Le ruego al señor alcalde, socialista, que revise el tema y disponga de documentación para su población en sendas lenguas oficiales, sin que una u otra se imponga. La elección de usarlas debe ser libre e imparcial.
Tengo curiosidad por saber si la firma pendiente del papel me imposibilitará entrar a nadar la semana que viene, pero todo es posible.
Hemos de quejarnos y no claudicar y pasar por el aro, cediendo ante los que se otorgan la potestad de abusar creyéndose por encima de los demás con actitud supremacista, imponiendo una única lengua de las dos oficiales. Ya se han agotado muchas paciencias, la mía una de ellas.
Al menos parece que esta vez solo es necesaria una firma, y no cinco o diez, porque esta gente puede suponer que todos los días son como el uno de octubre.
Javier Megino – Presidente de Cataluña Suma Por España