Siento profundamente lo que ha sucedido en Mocejón, un pequeño pueblo de la provincia de Toledo que se ha visto señalado en el mapa tras un suceso difícil de entender que ha segado la vida del pequeño Mateo. No se sabe la causa que provocó el fatal desenlace, pero ya está en custodia policial el veinteañero que, según su propio testimonio, acabó con la vida del niño de 11 años que, probablemente, estaba en el lugar y el momento inadecuado.

Pero si algo ha quedado claro, viendo la televisión y escuchando las noticias relacionadas con el caso, es que el agresor era de nacionalidad española. Lo digo porque es muy chocante como se refuerza este mensaje de forma repetitiva y machacona. Parece que la intención es dejar clara la idea en la opinión pública de que los nacidos en España son tan o más “malos” que los que vienen de fuera. De hecho, es muy curioso que, en el caso contrario, haya un interés desmedido por ocultar el verdadero origen de los agresores cuando estos son, como sucede en la inmensa mayoría de casos –les invito a ver estadísticas no manipuladas-, originarios de otras nacionalidades.

No se equivoquen, este planteamiento no pretende ser lo que muchos pueden pensar, no tiene nada más que ver con la objetividad y la transparencia informativa. No entiendo qué pretenden las directrices gubernamentales al intentar correr un tupido velo para negar lo que todos sabemos. El ciudadano normal y no viciado por los mensajes interesados lo tiene muy claro.

Desde luego, actos vandálicos causados por nativos de nacionalidad española o con ésta sobrevenida son muchos. Pero la realidad que se vive en la calle, la que se palpa en el ambiente y la que se niega en las noticias nos traslada a una peligrosa sociedad en la que el protagonismo absoluto recae, no nos engañemos, en los que podríamos denominar “apadrinados” de Sánchez y sus políticas.

Borja Dacalan