Cada mañana tengo por costumbre, aunque también podría enfocarse como una obligación para cansar con un buen paseo a mi perro, hacer los recomendados 10.000 pasos diarios de un tirón para activar el cuerpo. La idea es, además de tener contento al jefe de la manada, cumplir con el manido consejo médico que nos invita a caminar ese mínimo diario para amortiguar los efectos del inevitable avance de los años.
En mi trayecto, que suele ser bastante recurrente y con solo ligeros matices para hacerlo menos monótono, he visto la proliferación de asentamientos de tiendas de campaña en diferentes ubicaciones, tanto en las afueras de la ciudad de Barcelona como en las localidades limítrofes de su área metropolitana que incluyo en mi recorrido matinal. Dando por supuesto que lo visto en esos puntos no deja de ser un ejemplo de lo que puede estar sucediendo de un modo generalizado a lo largo de toda nuestra geografía.
Por el momento, pasar cerca de esos lugares no parece problemático, no da la sensación de que sea gente conflictiva, pero lo que no hay duda es que son personas con carencias y problemas. Muchos de ellos en concentraciones de tiendas que llevan meses, por no alargarlo al año, en la misma ubicación.
Se posicionan en puntos de accesibilidad limitada y escasa concurrencia, con predilección por la sombra de los puentes de carreteras, autopistas o vías de tren. Lugares que, como nos dirían nuestros padres, no parecen muy recomendables a ciertas horas del día por estar apartados del tránsito normalizado de la gente, pero que pueden ser de uso por los que también buscamos la tranquilidad durante el paseo en compañía de nuestra mascota.
Hasta ahora no he tenido el mínimo contacto con esas personas. A esas primeras horas del día lo normal es que estén en sus tiendas o, supongo que como consecuencia del calor estival, aprovechando el fresquito de la mañana durmiendo a la intemperie en sofás abandonados. No da la sensación de que tengan ninguna presión con la agenda diaria.
La imagen te deja extrañado y preocupado. Y, aunque no conozcamos las causas personales que han llevado a los ocupantes de esos espacios públicos a tal situación, el Sistema no debería permitir que fuese algo que acabemos interiorizando como normal y con lo que debamos convivir, puesto que con el tiempo se podría convertir en un verdadero problema. Sin olvidarnos de algo tan de sentido común como es la dificultad que tienen para acceder a suministros que pueden condicionar un mínimo de higiene y de alimento. Humanamente, vivir en tal precariedad no es recomendable ni admisible.
Sus necesidades primarias, junto a las que no lo son tanto, pueden llevarnos al conflicto y la dificultad en la convivencia en un plazo indeterminado. Por eso, los responsables municipales y los cuerpos de seguridad, en aplicación de un mínimo de rigor, deberían interesarse por esas personas e identificarlas, intentando clarificar en la medida de lo posible el motivo que les ha llevado a vivir en tales condiciones.
El que pasen desapercibidos y en apariencia no sean conflictivos no les debe eximir de estar bajo el control de los responsables municipales, asegurando éstos que la ocupación de esos espacios no perjudique a los ciudadanos que viven en condiciones regulares y contribuyen con el pago de sus impuestos a la sostenibilidad del municipio. Y, por supuesto, es obligación de nuestra sociedad el brindar apoyo a las personas documentadas y legales que puedan estar pasando por un mal momento, malviviendo a la sombra de un puente en condiciones infrahumanas e insalubres. Se les debe facilitar una condición digna en su día a día, proporcionando una expectativa favorable que les abra la posibilidad de salir del difícil momento que puedan estar pasando. Pero, por otro lado, también es necesario y exigible que se tomen las medidas oportunas en los casos en que se manifieste una situación de irregularidad o ilegalidad, facilitando y haciendo efectivo el retorno a sus lugares de procedencia a los que no puedan acreditar su situación en regla. Se debe frenar esa percepción, que empieza a ser bastante extendida, en la que parece que convivamos sin leyes ni normas y en las que vale todo.
Borja Dacalan