A estas alturas de la deriva fanática del separatismo, además de esa traicionera complicidad de un sanchismo empachado de odio e interesado guerracivilismo, ya tenemos superado eso de que, por sentirte español y que se nos note el orgullo por nuestros símbolos y las instituciones del Reino de España, te digan que eres facha.

Se trata de un apelativo que hace unos años podía interpretarse como despectivo, pero que, con el tiempo y las circunstancias, está acabando por ser un auténtico privilegio que nos permite sacar pecho. Se ha convertido en el mejor clarificador a la hora de diferenciar a los cuerdos y sensatos, de los que aparentan ser merecedores de algún tipo de atención especial para su reequilibrio mental. Serlo nos garantiza estar en el lado correcto y coherente con la realidad.

Esa muestra evidente de odio, que les sale por todos sus poros a los paranoicos extremistas del lacito amarillo y a los que llegamos a considerar aliados cuando los votos amarillos no eran imprescindibles, creyendo que nos insultan, ha evolucionado. Superado lo de facha, ahora pretenden herir a los sensatos con una inclusión artificial en el saco de lo que consideran, de modo despectivo, como extrema derecha. Otro apelativo que también podría dar mucho de qué hablar.

Una nueva moda que tiene su rintintin cuando el sanchismo atesora una hermandad manifiesta con extremistas radicales y xenófobos del separatismo, así como la autoadmitida extrema izquierda que solo mete sus narices y da señales de vida cuando hay pasarela de micros y focos a la vista.

Apuntalado en Moncloa y gobernando con el permiso de los extremistas de verdad, hemos visto como un tema tabú como es la presión migratoria desde Marruecos hacia territorio español, ya sean las Islas Canarias o las ciudades de Ceuta y Melilla, ha provocado un giro argumental en la palabrería de Sánchez. En un alarde inquietante para sus huestes ha demostrado una cierta coherencia al defender que las migraciones sean ordenadas, rigurosas, acordes con las necesidades del país receptor y siempre con criterios legales.

Ese giro, hacia lo que antes consideraba un pensamiento de extrema derecha, solo tiene sentido al conocer la opinión mayoritaria de la ciudadanía española. Toca manipular su mensaje y sumarse. Nadie se va a atrever a toserle. Ya sabrán sus palmeros y bufones dibujar un escenario propicio para sacar partido y diferenciarse del mensaje originario de sus rivales electorales, pero que ahora se apropia.

En todo caso, si de verdad va en serio, solo quedaría decirle: ¡Bienvenido!

Borja Dacalan