El anterior presidente del Gobierno de España, antes de la llegada del mísero impresentable sin escrúpulos que tenemos ahora, no fue del todo convincente en muchos aspectos. Sirva como ejemplo su tibieza en la aplicación del artículo 155, una respuesta constitucional que parecía dar más miedo al que lo aplicaba que a los destinatarios de las medidas. Aunque, por el contrario, le debemos agradecer que haya mantenido siempre al margen de la primera línea informativa a su familia. De hecho, muchos no ponemos cara a su esposa ni sabemos si tiene descendencia.
Una situación diametralmente opuesta con el show actual de Moncloa, en donde la consorte del presidente del Gobierno es foco de noticia y eje de muchas marañas de dudosa legalidad, con el poder judicial pisándole los talones. En este sentido, ya sabemos que se puede llegar a ser responsable de un Máster universitario sin formación universitaria, tan solo aprovechando la posición de privilegio por ser esposa del número 1. Ese matrimonio de impresentables, que pulula por el mundo a costes pagados y creyéndose reyes, demuestra su indecencia y deja a la altura del betún a un mandatario que se ha apresurado por guardar a su esposa de la desgastadora presencia ante jueces y tribunales, llevándosela de viaje en sus frecuentes escapadas.
Borja Dacalan