Durante la última gran convención del sanchismo, camuflado en la sigla del PSOE, el fanatismo, los mensajes interesados y el autobombo me han devuelto la imagen de éxtasis social por la presencia del líder supremo norcoreano ante sus hordas.

Desconozco, aunque me lo imagino, el devenir de la vida normal y corriente de cualquier norcoreano en su país. Tampoco puedo opinar de forma objetiva acerca de lo que supone el yugo de un mando absoluto y supremo de una figura como es Kim Jong-Un.

Pero, sin tenerlo del todo claro, parece evidente que un ser con grandes equivalencias a ese lo tenemos ocupando el poder político en España, y eso mientras barre para casa y va retocando todos los poderes que pueden estar a su alcance para que le rían sus gracias y se adapten a sus intereses. Una preocupante realidad que sufre un país querido por la mayoría, pero que vive sometido a los que no lo quieren, no lo sienten y, para colmo, no lo respetan.

La necesidad de aplausos y vítores, por parte de todos sus barrigasllenas, es una muestra evidente de la perversión egocéntrica del vanidoso narcisista que hoy es el presidente del Gobierno de España. Una persona rodeada de casos de corrupción, de miseria o de nepotismo, que dispone de pasaporte español pero que seguro preferiría el de sus íntimos amigos del otro lado del estrecho.

Con gran parte de la Justicia ya sometida, debemos confiar en la que sigue libre para que arbitre los mecanismos que hagan que él y sus allegados corruptos acaben donde merecen. Siguiendo sus enseñanzas, con el famoso “si quieren algo que lo pidan”, yo le pido a los jueces que sean contundentes y apliquen mano dura, sin contemplaciones ni miramientos. El tiempo corre en contra del futuro de España.

Borja Dacalan