Francisco Franco murió hace medio siglo. Cincuenta años que no son impedimento para que su figura siga siendo el refugio interesado del Partido Sanchista a la hora de sobreponerse a los desvaríos y desmanes de su errática política.
Muchos españoles no vivieron la época del Caudillo y, por tanto, no tienen una percepción objetiva de aquella realidad, más allá de lo que puedan haberse documentado o lo que puedan contar sus padres o abuelos. De hecho, para la mayoría, se torna en algo muy alejado de la realidad actual de la sociedad española. Pese a ello, es un tema que resurge a golpe de interés electoralista por parte de los que utilizan el renacimiento del guerracivilismo como argumento para lograr apoyo. Una estrategia que da sus frutos, logrando el acceso al poder a golpe de sacar a flote una obsesión rencorosa que, para muchos, debería ser un pasado constitucionalmente superado.
Pero 2025, con todos los frentes judiciales abiertos que afectan al actual caudillo Sánchez, con esposa, hermano y parte de su séquito en la cuerda floja con los jueces siguiéndoles el rastro, es el año de reverdecer el recuerdo del franquismo con un centenar de actos que pongan en boca de los suyos a la figura del fallecido en 1975.
No hemos vivido homenajes equivalentes por el fin de ETA en 2011, algo bastante más reciente y que uniría a toda la sociedad española sana y pacífica, aunque sabemos que le tocaría la fibra a alguno de los socios que sostienen al sanchismo en el poder. Sin embargo, no hay ningún problema para esta campaña de largo recorrido, jugando con la memoria histórica de un modo interesado, sectario y con afán electoralista.
Borja Dacalan