El peligro que supone tener un presidente y un Gobierno que odia a España y todo lo que la representa no parece tener límite. El recuento pausado de todas las cesiones lacerantes que ya ha concedido Sánchez para poder mantenerse en el poder supone un serio problema, máxime si partimos de la base de que todas ellas contradicen los motivos que vendieron a los electores para lograr su apoyo y alzarse con el poder.

La minoría parlamentaria de los que mienten más que respiran ha supuesto la condición de vivir bajo el yugo de las peticiones de un separatismo desbocado, que sabe aprovechar la falta de escrúpulos, principios y valores del personaje que está al otro lado de la negociación, solo interesado por sus vanidades y el ansia de poder.

No son suficientes los indultos, la despenalización de la sedición, la amnistía y todas las vergonzantes medidas para contentar a los que realmente tienen el poder, sino que ahora ya entramos en algo tan serio como es el control de las fronteras nacionales. Algo que, por sentido común, debe estar en manos de los que gobiernan la nación verdadera y no bajo criterio de los que viven en paranoias imaginarias.

Ahora, en otra sandez impresentable, el PSOE y toda la mafia que rodea al sanchismo se ve capaz de contradecirse y, tras todas las negativas hasta la fecha, por el propio Sánchez y su ministro de Interior, bajo el amparo de la Constitución, tienen el valor de negar lo dicho y admitir, permitir, fomentar y dar credibilidad a esta nueva sumisión y venta del Estado.

Cuento los días para dar un vuelco a la situación e impedir que sigamos arrodillados ante el mandato de los que solo despiertan con el ánimo de hacer el mal y acabar con España. A este ritmo, la situación puede ser irreconducible en poco tiempo.

Borja Dacalan