Sánchez parece que no se va a ir del poder de ninguna forma. Su vanidad egocéntrica le hace perder todo atisbo de vergüenza y sensatez en los comportamientos, sabedor de que no puede alejarse del filón.

Su estrategia de colocación, con el nepotismo por bandera y cimentando un futuro a todo lujo dominicano tras ser expulsado de España, le obliga a soportar lo que le venga encima. Esa es la verdadera resistencia de la que hace gala.

En este sentido, si le toca aumentar el gasto militar para no ser la risa entre sus amigotes europeos se hace sin contar con nadie, le vale su libre albedrío y el capricho de sus propias normas. Todo sirve a cambio de continuidad chupando hasta la última gota.

Aun así, con el control absoluto de la partida y alterando las reglas del juego a conveniencia, puede que el plan no le salga del todo bien.

Lo del hermanísimo colocado tocándose los violines, un personaje “desconocido” para los que seleccionaban la plaza mientras el candidato ya sabía de su elección incluso antes de salir la convocatoria, está bajo la lupa. El tema Begoña, camuflado para no hacer pupa dada su evidente conducta corrupta, tampoco pinta del todo bien pese al esfuerzo manipulador. Por otro lado, no nos olvidemos del ruido generado por las variopintas tramas sanchistas, pese al esfuerzo mediático por centrar el tiro en el pagafantas Mazón. Y, por acabar, el tufo de todas las cesiones al margen de la legalidad en favor de sus amos parlamentarios, desconocemos si van a ser razones suficientes para librarnos de esta política rastrera que sobrevive sumida en la traición, la corrupción y la manipulación, modus operandi del sanchismo.

No hay duda de que en el resto del mundo sobrarían argumentos, pero ya sabemos que España es diferente.

Borja Dacalan