Con un ministro del Gobierno de España mendigando la inclusión de las lenguas autonómicas de sus socios parlamentarios, junto a otro maquinando la legalidad para que se evite el daño al que manda y sus familiares, en un mayúsculo ridículo que simboliza lo que verdaderamente preocupa a nuestros gobernantes que no es otra cosa que mantener sus posaderas en los sillones del poder. Testigos, a su vez, del blanqueo dosificado de los famosos mensajes de móvil, dejándonos perplejos al ver la corrupción y nepotismo por parte de quienes no tienen principios. O, en lo que es más reciente, empezando a conocer la asombrosa lista de trabajos en la sombra de la fontanera jefe, experta en el buceo por la miseria humana creyendo el ladrón que todos son de su condición, la verdad es que no entiendo como no se les cae la cara de vergüenza.
Con algo de sensatez, si no supiéramos de qué se trata en su mayoría de gente que no tiene donde caerse y por eso es tan prioritario preparar un colchón que amortigüe, podríamos pensar que están al borde de abandonar. Pero la necesidad aprieta y lo de dimitir, dejando opinar libremente a los españoles con su voto, parece más que improbable.
Ya no queda margen para la duda, tras reconocer la fontanera Leire el megaproblema de todos los integrantes de la trama mafiosa y corrupta del sanchismo. Con su clarividente «o limpiamos todo en esta legislatura o pedimos asilo en Taiwán» queda todo sobradamente explicado.
Borja Dacalan