Desde hace semanas, una parte nada desdeñable del Gobierno de España, está atacando sin cuartel a la Monarquía Española. Sus ansias de poder absolutista y sus dogmas ideológicos están por encima de la necesidad de estabilidad institucional en estos tiempos de profunda crisis sanitaria, social y económica.
Les da igual que el mandato de Felipe VI sea objetivamente hablando excepcional. Disparan contra la única institución del estado que modera, arbitra y cohesiona. Bloquean y ningunean a una institución que abre puertas a nivel internacional, tanto en el plano político como a nivel económico. No valoran que la Monarquía ha tenido y tiene un papel notable en la internacionalización de nuestra economía, una de nuestras históricas carencias.
El republicanismo de salón de podemitas y otros socialistas que con su silencio otorgan, obvian que la Monarquía, junto con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, es una de las instituciones mejor valoradas por los ciudadanos en todas las encuestas. No ponen en valor que siempre está cuando más se la necesita: no hace falta recordar su vital papel durante los golpes de estado del 23-F o el del 1-O del 2017 en Cataluña.
Felipe VI, que obtuvo en 2014 el apoyo del más del 80% de los representantes de los ciudadanos en el Congreso de los Diputados, cuenta con más apoyo democrático que todos los republicanos juntos de este país. No solo eso, sino que además cabe recordar que nos sale bastante más barata que otras tantas instituciones que sirven para bien poco. Recuerdo que los Presupuestos Generales del Estado destinan a la Monarquía apenas 8 millones de euros, bastante menos que la República Francesa o 30 veces menos que esa máquina de propaganda antiespañola que es TV3, por poner un par de ejemplos.
Discutir la monarquía parlamentaria es este momento es un grave error que solo se puede entender para que los que la atacan puedan distraer la atención de sus innumerables casos de corrupción en proceso de investigación judicial o su más que lamentable gestión al frente de la pandemia del COVID-19. Cuestionar la monarquía ahora añadir un problema artificial a los muchos que ya tenemos.
Es obvio que la Monarquía ha cometido errores durante estos últimos 40 años, como todas las instituciones del Estado, y no por ello es razonable plantear la disolución de todas ellas. Por sensatez, sentido de la responsabilidad, por utilidad histórica, por palmaria ejemplaridad y por sensibilidad con el preocupante momento que vive nuestra Nación ahora toca defender a nuestro Rey Felipe VI.
Antonio Gallego Burgos – Economista