Mucho se habla del machismo, pero las cifras hablan por sí mismas, cada vez somos más las famosas “fachas” que nos apartamos en todos los rincones del territorio nacional a las teorías feministas imperantes, alzamos la voz, discrepamos o pensamos diferente.

La primera evidencia que contradice el argumento de la colectivización feminista a la que nos quieren someter es que las mujeres no somos una minoría marginal, sino que representamos el 52% de los españoles, somos mayoría tanto por estadística como por selección natural. Existen dos sexos por naturaleza, diferentes y complementarios entre sí, y esto son hechos, no ideología.

Por otro lado, en nuestro país se han dado profundos cambios en la sociedad desde la década de los 80’s con la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral, acompañada de la equiparación absoluta de todos los derechos civiles, políticos y económicos, pero teniendo dos efectos colaterales y negativos para la mujer: la reducción dramática de la natalidad y la acumulación de una doble jornada de trabajo, una dentro y otra fuera del hogar. Aquí es donde entra la famosa brecha salarial de la que tanto se habla y nadie sabe explicar, las mujeres de media recibimos menos ingresos anuales en comparación con los hombres porque por regla general elegimos reducir jornada solicitar permisos o pedir excedencia por el cuidado de nuestras familias, no porque cobremos menos por hacer el mismo trabajo, otra de las tantas falacias aceptadas por la opinión pública.

No obstante, el lobby feminista y la ahora Ministra de Igualdad, en lugar de centrarse en los verdaderos problemas de las mujeres a la hora de conciliar y poder disfrutar de su maternidad y profesión según su voluntad, ha preferido centrarse en combatir a su enemigo invisible, el “heteropatriarcado opresor” y los llamados “estereotipos de género”, o también los “micromachismos” y otras tantas invenciones de victimización de la mujer en el ámbito privado y sexual que últimamente han llegado a auténticos niveles de paranoia social.

Nosotras no nos sentimos identificadas ni llamadas a esa lucha feminista inspirada al 100% en la lucha de clases de la dialéctica neomarxista. No nos hace falta declararnos feministas para defender los derechos, la libertad y la igualdad de las mujeres. Nosotras nos sabemos defender, sabemos quiénes somos y de dónde venimos, y respetamos a los hombres tal y como son, pues ellos son nuestros compañeros, hermanos, maridos e hijos; no nuestros enemigos como nos quieren inculcar al son de cánticos como “el violador eres tú”.

El perfil de la mujer libre no tiene nada que ver con la feminista progre. Aunque somos muy diversas coincidimos en que somos lo suficientemente valientes para dar la cara y lo bastante inteligentes para ir a contracorriente, y que queremos ser mujeres libres y auténticas, aunque eso signifique lo que las feministas aborrecen: que elijamos ejercer un “rol tradicional de género”, o que prefiramos compartir más tiempo de calidad con nuestros hijos que con los colegas de trabajo, o que queramos complacer a nuestra pareja. Las mujeres libres que he conocido no quieren ser encorsetadas en una serie de nuevas pautas socioculturales que en algunos casos ya se encuentran legisladas por la izquierda en cooperación con la “derechita cobarde” bajo la dictadura de lo políticamente correcto. Nuestro pensamiento es libre y nos pertenece sólo a nosotras, mas nos diferenciamos de las demás en no renunciar a vivir y defender nuestros valores y principios en cualquier circunstancia o lugar. Somos mujeres con carácter, coherentes con lo pensamos, decimos y hacemos, es todo un mérito hoy en día cuando somos constantemente.

cuestionadas por nuestra ideología política, criticadas,juzgadas por no sentirnos identificadas ni con el “espíritu” de la tribu feminista supremacista ni con la convocatoria cada vez más radical y sectaria del 8M, insultadas gravemente por las feministas radicales totalitarias en cuanto discrepamos de su corpus legal impregnado de ideología de género, ya sea tomando un café entre amigas, comentando en redes sociales o en un plató de TV cuando decimos alto y claro que:

1. No necesitamos un sistema discriminatorio de cuotas.

2. La Ley “integral” de Violencia de Género es un fracaso estrepitoso en todos los sentidos, no protege realmente a la mujer maltratada, criminaliza al hombre por el hecho de serlo, ha creado un entramado público de instituciones y chiringuitos subvencionados tremendamente desproporcionado al número de afectadas reales y víctimas mortales : 220 millones de euros presupuestados en 2019 destinados al Pacto contra la VdG cuando un 87% de las denuncias son archivadas por no estar probadas. Y así un largo etcétera de duras injusticias y graves consecuencias que ha traído consigo esta controvertida norma, por lo que proponemos derogarla.

3. La Ley de “Interrupción Voluntaria del Embarazo” ha demostrado ser brutalmente letal: casi 100.000 abortos en 2017 según las últimas cifras oficiales y ha desencadenada un sistema encubierto de exterminio prenatal de seres humanos.

4. Derogar las múltiples leyes con “perspectiva de género”, que se han ido aprobando sutilmente por varios parlamentos autonómicos en los últimos años y representan un auténtico adoctrinamiento moral y sexual.

Bien, no hablo en nombre de nadie, hablo en el mío propio, no participaré en los aquelarres de falsas feministas radicales que reivindican derechos que ya tenemos. EL PAPEL DE LA MUJER de hoy en España es el de la defensa de las personas independiente de su sexo, el PAPEL DE LA MUJER de hoy en España es decidir libremente nuestro propio destino.

Isabel Lázaro Pina