“España se permite lo que la mínima dignidad debería llevar la fuerza del Estado a impedirselo sin vacilación alguna”

El último día del año pasado -hace diez días- en plena Navidad, homenaje a varios asesinos de ETA y a alguno de los más sanguinarios. Pocos días antes también más homenajes. Concluye la celebración de los Reyes Magos y este fin de semana 200 homenajes al terrorismo, permitiéndoles reivindicaciones para sus presos, en España. ¿Alguien puede imaginar que esto mismo ocurriera también en esta Navidad, a lo largo de dos o tres semanas en Portugal, Francia, Alemania, Italia, Gran Bretaña, Bélgica, Estados Unidos, o Dinamarca? Todas estas naciones honrando a los terroristas, desde sus grupos antecesores, amigos, precursores, inductores, promotores, colegas, padrinos, y sus gobiernos callados, o peor, decir un momento, calculadamente «su rechazo» pero no hacer nada ni volver a decir nada, y sólo dejar que acontezca, ergo, estar absolutamente involucrados con juego demencial en todo el asunto. Evidentemente no. Estos países, ni se les pasa por la imaginación tal malévola indignidad e indecencia. Vamos, que no se puede ni imaginar…

Resulta que aquí en España, este fin de semana el Gobierno permitió 200 homenajes y reivindicaciones a quienes han asesinado a tantos españoles y han destrozado la vida de tantas familias de las Fuerzas Armadas, Guardia Civil, Policía Nacional, y otras fuerzas de seguridad, de la judicatura, empresariado, de todos los sectores de la sociedad de cualquier lugar y en cualquier situación, pertenecientes a partidos políticos de cualquier idea, en suma a españoles de cualquier condición, en cualquier pueblo o ciudad. A quienes han destrozado la vida del pueblo español.

Resulta que aquí en España se permite lo que la mínima humanidad, la mínima dignidad, la mínima conciencia debiera llevar a la fuerza del Estado, en todos sus estamentos, a impedirlo sin vacilación alguna, -y toda vez que el rigor de la política y sus fundamentos esenciales han quebrado- , y poder llevar la fuerza de la razón, el compromiso con la rectitud, con la memoria, la predisposición sin vacilación a la aplicación de todos los instrumentos legales con los valores esenciales que conforman y exigen la democracia…; y siendo que todo ello ha quebrado, en manos de quien debiera estar aplicándolo y salvaguardándolo, el Gobierno, que explícitamente nos ha traicionado.

Resulta que toda la dejación de responsabilidad para impedir la ignominia, sin querer buscar los muchos resortes posibles para evitarla, se enmarca, además, en la voluntad de un gobierno de pactar y de mantener el pacto aún a costa de todo lo anterior con quienes auspician esos homenajes y habiendo sido su jefe de filas sentenciado como terrorista, tras prometer quien pacta con él a todos sus votantes y a todos los españoles no hacerlo jamás – ¿cuántas veces tengo que repetírselo?… decía al entrevistador -. ¿Es admisible tal perversa mentira y traición del Jefe de Gobierno? ¿Es admisible tal inmoralidad en quien ostenta la responsabilidad de Gobierno? ¿Es admisible tal interpretación de la «nueva política» que más allá de juegos trileros o de mala praxis, – inadmisibles-, aun así, se supera, y sobrepasa cualquier límite al romper la más mínima ética de comportamiento y de invalidez absoluta de la palabra dada?

A la imposibilidad de poder comprender en las naciones antes citadas que se homenajearan a los terroristas y sus primeros ministros no decir nada, sumemos que el primer ministro de Portugal, el presidente de Francia, el canciller de Alemania, el primer ministro de Italia, el primer ministro de Gran Bretaña, el primer ministro de Bélgica, el presidente de Estados Unidos o el primer ministro de Dinamarca, hubieran pactado su Gobierno con los jefes del partido heredero de los terroristas y cuyo actual responsable fue sentenciado como uno de ellos, manteniendo el pacto con él para aprobar los presupuestos del Estado y demás acciones gubernamentales, mientras admiten impasibles que todas las víctimas de los terroristas y todos los ciudadanos de sus países contemplen durante este fin de semana 200 homenajes a los terroristas en suelo de sus propias naciones. Simplemente, un supuesto de dejar sin respiración a cualquier persona normal y solo un delirio paranoico poder siquiera imaginarlo.
España no merece esta sublimación de la inmoralidad y de la infamia más demoníaca. No merece este éxtasis del mal, de la indignidad y de la indecencia, de alguien que no conoce la mínima humanidad.

Imaginemos a los jefes de Estado de esas naciones defender la dignidad, el dolor y la altura moral y ejemplar de las víctimas del terrorismo de esos países en un solemne acto inaugural del año, de hace cuatro días, delante de sus jefes de Gobierno, ante su cúpula militar, horas antes de la ignominia de las 200 celebraciones homenajeando terroristas, y sus jefes de Gobierno escuchar solemnemente la dignidad y peso del mensaje, de sus Jefes de Estado, pero simultáneamente callar y permitirlas pocas horas después.

No hay palabras.

Abjurar públicamente de su alta responsabilidad quien preside el Gobierno y traicionar lo más sagrado como es la dignidad de quienes tanto dolor padecieron y siguen padeciéndolo, merece la más grave reprobación y degradación sin excepción, ni atenuante posible alguno, de todos los españoles y la deshonra permanente, de quien no conoce el más mínimo sentimiento humano, y que además públicamente hace una y otra vez ostentación de ello.

Reconozco que muchísimo me cuesta decir todo ello, jamás lo imaginé, pues llego a creer vivir y recrear una ficción del peor teatro, que por desgracia es una injusta y depravada realidad, pero que no puede durar un segundo más. Los españoles no merecemos ser mancillados. Dignidad, honor y libertad.

Amalio de Marichalar

Artículo publicado en “OKDiario”