El 2021 está a la vuelta de la esquina y, en nada, nos citarán para una nueva convocatoria ante las urnas. En esta ocasión será para elegir al nuevo equipo de gobierno que llevará las riendas de la autonomía catalana. Con ese horizonte, que define como más que probable fecha el tradicional día de “los enamorados”, los movimientos y posicionamientos políticos han de empezar a producirse. Parece que queda mucho, pero el tiempo pasa volando.
En dicho sentido, una entidad como Cataluña Suma por España tiene la obligación de ejercer el papel mediador e impulsor que, como valor añadido, se acredita en favor de las entidades sociales. Nuestra visión transversal en lo ideológico, dando voz al asociacionismo constitucionalista, tiene especial relevancia en estos momentos en los que está por decidir quién mandará en la Generalitat catalana.
Representar a personas, que al margen de la política propiamente dicha muestran interés por los temas de orden político o social, lleva consigo nuestra implicación de forma directa, al estar en juego la elección de quienes serán la correa de transmisión para que los compromisos con los votantes lleguen a destino y se cumplan.
Con dicho pretexto, desde hace un par de semanas y de la mano de personas de alta repercusión en el contexto socio-político catalán, hemos iniciado gestiones para sondear la opinión de los líderes de nuestras candidaturas, léase las que apuestan con solvencia y criterio por la validez y aplicabilidad de la Constitución, analizando las posibles vías para afrontar la mencionada cita electoral con ilusión para el electorado que nos motiva.
El objetivo no es otro que, sin posicionamientos concretos en favor de unos u otros, lograr aupar al constitucionalismo y que éste acceda al poder autonómico, desviando al fanatismo y sectarismo separatista que lo domina y controla desde la restitución de dicha institución.
En pleno proceso de contacto, uno a uno, con los líderes de las diferentes candidaturas, parece un buen momento para poner sobre la mesa algunos puntos que pueden ser parte del debate, teniendo en cuenta que los escenarios que podemos barajar como resultado pueden ser muy variopintos.
Tanto es así que la horquilla es tan amplia como podría ser optar a máximos, con la complicada integración en una candidatura del máximo de formaciones políticas que comparten el eje vertebrador de la defensa de la unidad de España, lo que daría sentido a la apuesta de mi amigo Julio Villacorta al defender la necesidad de una “tregua catalana”, con la confluencia múltiple en un bloque multicolor fiel y leal a los preceptos constitucionales. Aunque, siendo menos optimistas, también hemos de contemplar la opción mínima de un pacto de no agresión, teniendo claro que el enemigo de todos es común y no otro diferente al que sostiene posturas rupturistas, normalmente violentas, de la mano del separatismo.
Desconociendo el resultado final, lo único que podemos anticipar es que las intenciones son buenas y siempre direccionadas al logro de réditos favorables que proporcionen mayor representación en el Parlament de la bancada que representa a los partidarios de nuestra Carta Magna. Nuestra entidad apoyará, en los términos que sean necesarios, en favor de ello.
Conviene tener claro que no hay mucho margen temporal para hacer de esta estrategia una realidad, dado que cada día que pasa el ecosistema sociopolítico catalán está más degradado y confuso, al tener que ir metabolizando los incrementos en las expectativas que supone disponer de un Ejecutivo en la Carrera de San Jerónimo que no defiende la nación que gobierna, cediendo y concediendo por el mero hecho de disponer de continuidad. Por tanto, prorrogar la resolución del problema no tiene validez o, al menos, no parece prudente, en tanto en cuanto es ahora cuando se está dilucidando el futuro de España y sabemos que los que gobiernan, atados de manos por comunistas y separatistas de pelaje vario, no ponen trabas a ninguna posibilidad por inverosímil que sea.
También es muy importante tener en cuenta la imagen que trasciende de este circo patrio y que tiene que ver con lo que puedan opinar en el mundo, en Europa o en el resto de España. Es vital que el mensaje postelectoral que se lance al exterior clarifique las posturas y sume favorablemente en el objetivo de callar definitivamente al victimismo separatista. No es aconsejable que, tras todo el debate acumulado, se aúpe al separatismo ganando escaños. Será muy difícil jugar en este tablero si ellos van al alza o, incluso, llegan a sobrepasar el 50% de los votos. Por tanto, hay que blindar en lo posible la cifra de diputados que están a favor de nuestro marco jurídico vigente, jugando las cartas del modo que sea oportuno para ello, sin dar pasos atrás en términos cuantitativos.
Se parte de la base, a mi entender errónea, de que no son unas elecciones plebiscitarias, pero eso es del todo reajustable. A tenor de los resultados, para el separatismo nada es descartable. Si lograsen el porcentaje que les satisfaga, o acumulasen el diferencial de pesos específicos que consideren necesario, no podrán evitar reprimirse e intentarán aprovechar ese éxito a la carta. La humillación y vergüenza que supone ver a los máximos representantes del Estado en nuestra comunidad arrinconando la legalidad vigente, para imponer una nueva sacada de la manga que ha sido urdida con el fanatismo y el revanchismo como guía, puede ser insoportable. Sin que podamos descartar la posibilidad de que, en el peor de los casos, nos toque revivir el bochorno de una nueva intentona de golpe a la Constitución, tras demostrarse que los costes legales por tal abuso están en plena campaña de «segundas rebajas». Avisados nos tienen. Lo volverán a hacer y, ahora, con amigos en el Consejo de Ministros.
Y, por último, con la experiencia acumulada y lo que ya sobradamente conocemos, hay que apuntalar soluciones que no brinden la posibilidad, ingenua, de creer que un partido como el PSC es el referente del constitucionalismo, convirtiéndose en un voto refugio, tras dejarnos claro a todos que no son fieles ni leales. Esa adulteración de la realidad ha dado oxígeno a un partido nacionalista disfrazado, haciendo del camuflaje una virtud. Es obligación de los partidos constitucionalistas, junto a las entidades sociales conocedoras de la realidad social que nos rodea, romper con esa posibilidad que contamina la realidad y hace difusa la representatividad de los que no son separatistas.
Acabo recalcando la idea de lograr, además de una solución en el perímetro catalán, un aviso que traslade tensión en la coalición gubernamental que hoy dirige los pasos de una nación que sus propios gobernantes detestan. Como catalanes, muy dados a la innovación y la creatividad, hemos de plantear soluciones que despisten al enemigo separatista, a la vez que posibiliten, usando esa misma estrategia, una solución viable de emergencia nacional que genere esperanzas y haga posible un cambio de Gobierno en España.
Javier Megino – Presidente de Cataluña Suma Por España