Se acercan las Fiestas de Navidad y, aunque es todavía pronto para las felicitaciones navideñas, de soslayo aprovecho para el preámbulo de la mía, que recordaré en un par de semanas cuando la fecha entrañable de la Navidad se aproxime. Una cita que, junto a las que engloba ese periodo de cierre anual, hasta el pasado año servía para rodearnos de nuestros seres queridos, compartiendo mesa y ratos que no se frecuentaban a lo largo de la vorágine del año corriente.

Ahora, con toda esta perroflautada de gobernantes que tenemos, sin saber si son más peligrosos e inútiles los de proximidad o los capitalinos, todavía no tenemos respuesta a un montón de dudas que tienen que ver con la logística y los márgenes admitidos para llevar a cabo estas inminentes celebraciones. A dos semanas de Nochebuena, punto de partida del periodo navideño, la preocupación ya no es si cocinamos carne o pescado, o si innovamos el menú o tiramos por lo tradicional, ahora el tema es mucho más profundo. Para empezar desconocemos cuántos podremos juntarnos, con quiénes podremos disfrutar de estas fechas y dónde podremos celebrarlas, al no saber si nos autorizarán a hacer kilómetros para visitar a la familia alejada. Al menos sabemos cómo serán las cenas de estas fiestas, sin duda rápidas, al no tener clara la hora de recogimiento en casa, por lo que habrá que ir por faena con los platos y tomarse el café con los turrones yendo cada mochuelo a su olivo.

Para colmo, facilitando las cosas, hemos de interpretar la validez y sentido de la segunda palabra clave de este fin de 2020, a añadir a la consabida vacuna. Me estoy refiriendo al término “allegado”, convertido en el salvoconducto y excusa para utilizar en cualquier control de paso entre localidades o comunidades, si éstos perduran durante estas fechas, algo que requiere del uso de la bola de cristal o, en estos tiempos más informatizados, los datos cocinados de las estadísticas de los que mandan.

Rodeados de esta horda de inteligentes vivimos inmersos en un puñetero guirigay en el que prima la incertidumbre. La falta de cordura y lógica se ve suplida, en la mayoría de casos, por la autoimposición de decisiones de los propios ciudadanos, intentando cuadrar la información varia que llega de demasiadas fuentes desconectadas. Un fiasco mayúsculo que demuestra la conveniencia de un Gobierno serio y capaz que decida con rigor, liberándonos de tanto picaflor experto en quitarse responsabilidades, haciendo cada vez más necesaria una apuesta común que evite la singularidad cómica de un país como el nuestro, sobredimensionado de pensantes vividores.

Esperemos pasar lo mejor posible estos días, con la compañía permitida de nuestros familiares, seres queridos y allegados varios. Un deseo que hago extensivo a nuestros gobernantes que, como el que no quiere la cosa, con nocturnidad y sin reconocer que se está haciendo, han puesto todo su empeño en que lleguen en avión todos esos allegados que, espero, dispongan de cubierto, mesa puesta y lecho en la mansión de Galapagar.

Javier Megino – Presidente de Cataluña Suma Por España