Australia es un país serio en el que el control de sus fronteras es algo muy cuidado. En caso de que personalmente no hayas tenido la suerte de poder visitar tan atractivo destino, me consta que, en muchas plataformas televisivas y canales de televisión, se prodigan programas en los que queda evidencia clara del criterio que se aplica en sus controles aduaneros.
Si lo que ha pasado con el número uno del tenis actual hubiese sucedido en algún otro país, con menores niveles de rigor para chequear y validar la entrada, me podrían caber dudas, pero, siendo allí, todavía creo que hay margen para creer que la objetividad y la igualdad de trato hacia esta persona, respecto de todos los demás anónimos que pretenden entrar y disfrutar de Australia, se cumplirá.
Pueden ser muchas las acciones de propaganda y los llamamientos a manifestaciones organizadas por doquier, con especial relevancia en el país natal del afectado, pero al final lo que compete es esperar una decisión clara y definitiva que delimite de forma nítida lo que procede y lo que no en este peculiar caso. Singularidad que está asociada al nombre de la persona afectada, puesto que, si se tratase de una persona corriente y del todo desconocida, no ocuparía los medios de comunicación ni sería origen y causa de debate.
Considero que debe hablarse siempre sobre los cimientos de la razón y la cordura, intentando mitigar los efectos de valoraciones que pueden estar viciadas por posturas personales irreverentes que, posiblemente, se salten normas de cumplimiento generalizado. Vivimos en un momento pandémico y hemos de ser consecuentes con el lastre que ello supone en nuestro día a día, al estar influidos por unas reglas de juego que debemos respetar nos guste o no.
Todo posicionamiento personal tiene sus consecuencias. Y éstas deberían ser proporcionales al uso interesado de ciertos factores, como son la fama o posición, con el ánimo de evitar lo que, para todos los demás, debe ser asumido y de riguroso cumplimiento.
Lo objetivo debe primar sobre matices subjetivos acomodados al caso. Por esta razón no dudo de que, en un país en el que el celo es de primer nivel, se acabará sentando las bases para que todos sean consecuentes con las exigencias que limitan las libertades por el bien común, sin distinciones ni beneficios a la carta, por muy número uno que seas y mucha movilización que se haya ocasionado al amparo de decisiones arbitrarias y del todo personales.
Si permitimos excepciones a la norma, ajustando el caso a la posible singularidad, se abre un melón complicado de digerir, partiendo de la base de que todos tenemos nuestro pensamiento y casuísticas concretas. Esto no va de hacerle un globo o un paralelo a los rigores sanitarios. Los requerimientos y decisiones para hacer frente a los contagios están para ser cumplidos por el bien propio y la salud del prójimo. Esa debería ser la razón y fundamento de nuestras actuaciones.
Javier Megino
Presidente de Cataluña Suma por España