El comunismo, como denominador común de ciertos regímenes políticos, está ejerciendo su peso en el subconsciente de los mandatarios de los países alineados con dicha postura de extrema izquierda. Tanto es así que, en esta difícil partida de ajedrez que estamos jugando con Ucrania como protagonista, se les va viendo el plumero al unirlos en el lado de la barbarie.

A esa conclusión se puede llegar tras ser testigos de las conversaciones y la posible colaboración de China con el fanático invasor nostálgico de la Unión Soviética. El heredero de la vieja URSS, ese gran hijo de Putín, entendiendo que su padre también debería tener ese apellido, ha optado por apostar fuerte y meter en el meollo a toda una potencia mundial como es China. Su participación podría garantizar la sostenibilidad armamentística de lo que, según las mentiras y engaños del nuevo “Führer”, suponen sus camufladas maniobras militares.

Confío en que los chinos mediten seriamente dicha decisión colaborativa, antes de ser copartícipes de la invasión. No podrán excusar que, en caso afirmativo, irán de la mano del que fuese presidente de honor de la Federación Internacional de Judo y hoy es el enemigo número uno de casi todo el planeta. A la hora de optar por sumarse al lado oscuro conviene que ponderen en la decisión que son la fábrica y producen masivamente para los que estamos en el bando contrario, lo que genera ingresos y actividad en sus grandes industrias.

La economía de China está muy vinculada al mundo occidental, sin obviar la relación inversa, al supeditar nuestra producción de forma aplastante en favor de fábricas ubicadas en tierras chinas. Condición que debería influir en esa decisión de contribuir militarmente, lo que podría originar un problema desde la vertiente económica. Esperemos que esa repercusión sea más relevante que el vínculo que supone ser coincidentes, con los rusos, en la política comunista.

Para los occidentales que no sabemos cómo colaborar y ser contribuyentes netos en contra de la guerra, más allá del mensaje de apoyo o la recaudación de víveres y dinero en favor de los invadidos, se nos presta un factor nuevo con el que no pasaría desapercibida nuestra participación activa, al poder vetar todo lo que tiene que ver con China, los chinos y, en definitiva, sus aliados rusos. Para el español de a pie no es fácil asociar intereses rusos a los que perjudicar, más allá del gas del que solo dependemos en un 10% del consumo global, pero con los chinos la cosa es diferente, al formar parte de nuestra vida cotidiana.

Yo lo siento por los innumerables comercios ubicados en todas las localidades que, como recaudadores de fondos con destino final en la mayoría de casos la madre patria China, pueden sufrir un veto de denuncia contra la alianza armamentística con la Rusia invasora y aniquiladora de Ucrania. En este sentido, muchas comidas en restaurantes y numerosas compras en las famosas tiendas de bajo coste pueden sufrir en sus cajas la falta de acierto en la toma de decisión de los que mandan en Pekín. No descartemos que el pueblo español, como el de todos los países occidentales, puedan asumir esa dinámica de repulsa como acción-reacción.

Tendremos que estar a la espera de los comentarios ridículos que quedan en España, agrupados en el entorno de las feminazis podemitas y el ministro carnívoro. Sus chorradas dando coba a los amigos naturales de la ultraizquierda son propias de ese nivel de personajillos que tenemos en la política española, pero no condicionarán que, tras los plazos y requisitos establecidos, Ucrania se desligue totalmente de su pasado y sea integrante de la Unión Europea. Como tampoco podrán evitar que, en adelante, los recursos y presupuestos en favor de la Defensa se multipliquen, lo que no deja de ser una gran noticia en favor de la paz. Algo muy útil si además sirve para condicionar la disponibilidad de millones para las flamantes invenciones de la ministra Montero y ese perfil de iluminados.

Acabaré hablando del patético amigo de Putin que se oculta engordando en su mansión de Waterloo. Ese que pagamos como político y que acabó siendo un payaso huido de la Justicia, antítesis del comediante Zelenski que pasó de payaso a gran político. A tal hazmerreír del mundo cabal, tipejo que no merece vuestro tiempo, le deseo felices sueños con la entrada de las tropas rusas “de paz” en tierras catalanas, como estuvo negociando y añoraba, convirtiendo esta parte de España en su imaginaria y paranoica República Soviética. Algo que nunca pasará, más allá de sus placenteros sueños eróticos con el socio ruso compartiendo lecho.

Javier Megino
Presidente de Cataluña Suma por España