Es incuestionable el grave condicionante que secuestra editoriales y criterios objetivos en el entorno mediático. El oscuro poder de personajes como el amo podemita o los tejemanejes que caracterizan al separatismo, para lograr apoyos a cambio de financiación, siguen siendo factores muy influyentes en ciertos canales televisivos, en prensa y otros medios de comunicación con gran alcance y llegada. En muchos casos esa dotación se ha convertido en la vía de subsistencia, importando cero la calidad del producto o lo insultante de sus emisiones. La clave es sanear y ajustar las cuentas de resultados, dejando al margen seriedad y rigor. La prioridad es disponer de flujos de caja y seguir dorando la píldora a los que aflojan el parné.

En el intercambio de favores por recursos económicos no tiene cabida la moralidad ni la profesionalidad. Los beneficiados se sienten agraciados y bendecidos, al poder acumular déficits que saben se compensarán a golpe de talonario con el dinero de todos. La condena implícita que supone vincular supervivencia a ser títeres al albur del poder no les afecta. Algo que, a falta de escrúpulos, da amparo o justifica el interesado uso de cortinas de humo o informaciones disuasorias con el claro afán de desviar la preocupación de la opinión pública. Parece que el objetivo es distraer al público con películas de espías, mientras se abre el camino a mayores cesiones y concesiones en favor de los separatistas. Ya veremos lo caro que nos sale. Para empezar, ya están al corriente de los secretos de Estado. Sobresaliente alto para el estratega Sánchez.

No nos puede sorprender lo que está pasando con el CNI y el Ministerio de Defensa, afectado por esta película de alto coste para los intereses patrios. Un show que se ha magnificado con el único pretexto de universalizar un problema inicialmente focalizado hacia el espionaje –lógico y aconsejable- de los que piden a gritos ser espiados y controlados. Parece mentira que olvidemos de qué personajes hablamos, qué hicieron, cómo influyó en la ruptura social entre catalanes, cómo se humilló a los españoles de bien con su perdón, cómo se nos ríen al no arrepentirse de sus actos o cómo disfrutan amenazándonos con nuevas tentativas. En mi opinión no hay debate al respecto, no veo nada irracional desde el punto de vista de la seguridad nacional, como tampoco creo que competa que haya luces y taquígrafos.

Disponer de una ministra coherente y sensata, que cumple con su promesa en el nombramiento y preocupada ante el mayor riesgo que tenemos en España, le ha señalado como hostil. No olvidemos que, dados los complejos evidentes de los que deberían marcar el paso, el coste de creer en la nación que nos une y en la legalidad vigente te marca. Es el agravante que lleva asociado ir contra las directrices del jefe directo, que considera la defensa de la integridad territorial y la España constitucional como un posicionamiento no ideal, al ser lesivo y problemático con los objetivos de sus socios. No perdamos de vista que, en caso de necesidad, llegaría a vender lo que fuese por seguir anclado a los privilegios presidenciales, importándole un bledo la nación y sus leyes.

Que el coste de todo este circo hubiese supuesto la caída de una ministra con alto reconocimiento social podría considerarse excesivo, pudiendo llegar a afectar a la credibilidad del macho alfa. Aunque sigo pensando que no es descartable dicha opción, a la espera de ver el hambre del separatismo dominante y si le sirve la cabeza de Paz Esteban, la directora del CNI, como pago que les satisfaga. Me temo que van a ir a por Robles, sea como sea, por ser la “de derechas”. Una sentencia asociada a un calificativo que le hace víctima por ser la única aprovechable entre tanto mindundi.

La defensa de la honestidad, estando bajo el yugo de la vergonzante infantería de politicuchos morados y separatistas que ahogan el futuro de España y los españoles, tiene sus consecuencias. Se ha visto señalada por ser la excepción al ridículo generalizado de los que pueblan el inflado Consejo de Ministros. Tantos menosprecios y dudas, incluso desde el seno del propio Gobierno al que pertenece, han alimentado el hilo argumental de los que tiemblan al pensar en otro partido o coalición gobernando.

Se junta el hambre con las ganas de comer. Por un lado, es evidente que los socios separatistas del Gobierno pueden apretar y pedir lo que les plazca. Y, por más que lloriqueen, nunca lo dejarán de apoyar, al saber que es el que les puede aportar más réditos y beneficios para la consecución de sus objetivos. Por otro lado, ya conocemos de sobra la mano tonta del que manda, sin límites para contentar a los que le sostienen en la cúspide de la política española. Debemos estar dispuestos a tragar durante todo lo que nos queda de legislatura, sabiendo que el guapetón de Moncloa ansía ser el presidente de Europa y, para llegar a serlo, no hay venta ni cesión que le parezca inapropiada.

Pero nuestra penuria en el ámbito nacional se queda incluso pequeña al centrarnos en las vivencias propias de los catalanes. El asombro se magnifica al centrarnos en el show asociado al separatismo y la intromisión constante, más bien cansina, del Führer fugado. No hay manera de que nos libremos de ese clown parásito que vive escondido en su palacete belga.

Con las imágenes frescas del poderío militar ruso, en su desfile durante la celebración del Día de la Victoria, no podemos dejar de lado ni permitir que pase al olvido la intención de Puigdemont y su equipo de fanáticos por lograr el apoyo de Putin y sus soldados para consolidar la paranoia golpista. No sé si estamos ponderando suficiente y racionalmente el tema, con todas las variables y consecuencias que pudiera haber tenido. El miedo a la realidad, que muchas veces supera a la imaginación, es posible que impida a muchos ver más allá. Quizás sea lo mejor, dejando de lado lo que podría haber supuesto la financiación desorbitada que estuvieron a punto de conseguir o el paseo poco vacacional de tanques y soldados por nuestras calles.

Nunca olvidemos que las imágenes que nos horrorizan al ver la televisión, con la Z como símbolo, hemos estado a punto de verlas en nuestras calles y vivirlas en nuestras carnes. El objetivo de desestabilización de España, de Europa y de todo el mundo occidental, con una opción de conflicto bélico cierta en la mente del iluminado de Waterloo y sus secuaces, ha estado a un tris de ser real. Podemos dar gracias a que no se llegó a un acuerdo con el dictador del siglo XXI y sus emisarios, en la visita de éstos al “caganer fugado” el día antes del ridículo unilateral. Quizás debamos reflexionar y meditar acerca de hasta dónde alcanza el fanatismo y la obsesión del lacismo, llegando a poner todo en riesgo para colmar su paranoia.

Los medios sumisos harán los deberes, pero es nuestra obligación que este tema, mucho más grave y crucial de lo que periodísticamente se blanquea, no pase desapercibido y mantengamos fresca la imagen de lo que pudo haber sido y, gracias a Dios, no sucedió. Haber estado a punto de protagonizar la que hubiese sido la “operación especial” previa a la que tiene lugar en Ucrania, en este caso con carros de combate con la Ç -por aquello de customizar- patrullando en la imaginaria republiqueta soviética, conviene que nunca lo olvidemos. Esa es la verdadera cara del supremacismo fanático de los que viven a cuerpo de rey a costa de los ingenuos de la estelada, sin importarles lo más mínimo el bienestar y la vida de los catalanes.

Javier Megino
Presidente de Cataluña Suma por España