Por si alguno anda despistado o, sencillamente, ha optado por autodescartarse de toda información y apostar por la idílica vida que causa el desconocimiento, tenemos todo patas arriba porque estamos de cumbre.
Nuestro fantoche de presidente, experto a la hora de dejarnos como un país bananero, ya puede engalanarse y rendir pleitesía a su íntimo Biden, siendo, como es, el anfitrión de un mayúsculo encuentro que nos pone en el foco, de los buenos y de los malos, como organizadores de la cumbre de la OTAN.
Ya se encargará, como tantas otras veces, de dejar en segundo plano a S.M. Felipe VI, nuestro Jefe de Estado. Pero todos sabemos, al comparar caviar con despojos, que, a pesar del ímpetu previsible del figurante, nuestro rey sabrá compensar los defectos y carencias del que ve el evento como un modo de henchir su ego y atraer todas las miradas, focos, risas y aplausos, lo que suele ser el arte y objetivo de cualquier exitoso payaso.
Lo tenemos en máxima sobreexcitación. En pocos días ha puesto en marcha un plan anticrisis, con medidas estrella que son un simple plagio de lo que él y los suyos tildaron de inútiles cuando las mismas iniciativas fueron planteadas por la oposición, poniéndose guapo ante las teles en su afán por seguir vendiéndose, copiando sin escrúpulos las buenas ideas de los que saben. Y, ahora, va a tener a los mandatarios de una treintena de países haciéndole la pelota y poniéndolo en la cresta de la ola, aunque sea por razones derivadas de la mera cortesía o protocolo. Apuesto a que éste levita y no duerme en un mes.
A nivel personal no le conviene tanto ajetreo, con tanta exaltación y palmadita, copando las cabeceras de los diarios mundiales y las televisiones planetarias. Pero hemos de ser conscientes de que todo esto es el sumun para un ególatra patológico.
La entrada en España y, por encima de todo, los accesos a Madrid, van a ser estos días toda una aventura. Tanto mandamás junto en tan poco espacio quemará la paciencia de muchos madrileños, afectados por los colapsos circulatorios y la imposibilidad de vivir en normalidad. Pero son efectos colaterales cuando lo importante es el autobombo.
Mucho trabajo le auguro a nuestro Mister Universo. No será fácil explicar a las comitivas de los diferentes países las razones por las que una parte de su Gobierno calienta las calles en contra de la cumbre y de la propia OTAN. También, doy por supuesto, no le será sencillo explicar el menú sin carnes que comerán todos, para que pueda dormir tranquilo nuestro ridículo ministro de consumo. Aunque, como gallito de la fiesta, me gustaría verle metiéndole bronca a la delegación americana por el abuso que supone, en términos medioambientales, el envío de la limusina presidencial fletada en un avión ex profeso.
La verdad es que no tienen vergüenza para exigir a los ciudadanos lo que ellos mismos –los políticos- incumplen cuando les da la gana.
Javier Megino
Presidente de Cataluña Suma por España