Supongo que, como me sucede, hay un gran número de personas que están más que hartas de este Gobierno. Un equipo gobernante que, con el apoyo y sostenibilidad de todo lo mejor que habita en España, dan alas y alimentan el ego de su máximo responsable. Una persona que, en calidad de un cargo que todavía nos cuesta llegar a entender cómo ha sido posible que recaiga en tan singular personaje, empieza a agotar todos los adjetivos cuyo denominador común es el sentimiento de repulsa, por no decir de primeras asco nauseabundo. Solo el respeto implícito a su función de presidente aconseja prudencia a la hora de manifestar todos los calificativos que se sincronizan en la mente al pensar en nuestro ilustre aviador.

Sus últimas apariciones y comentarios, ya sea durante el homenaje a Miguel Ángel Blanco en el 25 aniversario de ese momento trágico que al menos sirvió para que España se uniera en contra de la barbarie terrorista de ETA, o durante el debate sobre el estado de la nación que se está desarrollando en el Congreso de los Diputados, demuestran con creces que es superable lo que parecía que nunca podría empeorar, al pensar en la etapa en que estuvimos bajo la directriz gubernamental del que suponíamos imbatible, el nefasto y ridículo Zapatero.

No deja de sorprenderme y parece increíble que, haciendo una comparativa entre ambos, en referencia a nuestro presente Sánchez y el pasado Zapatero, pueda preferirse este último. Un dirigente que pasará, en el mejor de los casos, a ser recordado como el de la Alianza de Civilizaciones.

Tiene mérito llegar a superar al que fuese el origen de todo el problema que arrastramos los catalanes. No conviene olvidar que al iluminado leonés se le debe otorgar el premio por ser el verdadero precursor del soberanismo catalán y sus consecuencias a la postre golpistas. Por desconocimiento de la realidad, por confiar en los que no lo merecen o por su limitada capacidad gestora, el clon de Mister Bean aceleró la fractura social entre catalanes con sus palabras en el parlamento autonómico, dando credibilidad y garantía a la carta a los Reyes Magos que el fanatismo rupturista pensaba proponer en formato de nuevo estatuto, con el PSC implicado y cómplice protagonista.

Sorprende su ingenuidad al no calibrar oportunamente el asunto y dejar la patata caliente en manos del poder judicial. No cabía duda de que, ante una oportunidad como esa, el supremacismo catalanista iba a plantear un escenario de futuro para los catalanes alejado de lo que está redactado en nuestra Carta Magna, lo que chocaría de forma frontal con el Tribunal Constitucional.

La vuelta a un ciclo de poder del socialismo ha retomado ese camino iniciado por el inteligente de la ceja, hasta llegar a la actual etapa surrealista en la que Pedro “El Creído” nos deja atónitos con sus fechorías y acciones vergonzantes.

Ha demostrado su capacidad para, con el único fin de mantenerse en la cresta de la ola, ceder y conceder todo lo que sea preciso sin valorar los costes y consecuencias. Ha dejado claro que, a pesar de su función, se puede ir en contra de las instituciones constitucionales y alinearse en la sombra con los que pretenden derribarlas. Arrastrarse y lamer las heridas de sus socios parlamentarios, algunos de ellos tras vivir contra las cuerdas por la ejemplar labor policial y la lucha contra el terrorismo etarra, se ha convertido en la forma de gobernar de este caballero. Tal comportamiento genera una inmensa duda respecto de lo que puede ser capaz de romper durante el tiempo que le resta en Moncloa.

Se vaticina el fin de su mandato, lo que genera tensión ante los estertores del que sabe que puede que cuente sus últimos meses en palacio. Dan miedo las medidas que pueda plantear con perfil electoralista y sello podemita, siendo curioso como llega a plagiar las medidas propuestas por los que sabemos que están, otra vez, destinados a corregir el destrozo del político parásito que hoy dormirá en Moncloa.

Tendremos que prepararnos para un esfuerzo importante. Con agua caliente y rasqueta deberá limpiarse el borrón que se ha insertado en nuestra historia, tras el paso de Atila por la política nacional. En este sentido debe evitarse cualquier tipo de complicidad comprensiva con el socialismo. El agua a alta temperatura deberá usarse para limpiar la política socialcomunista con ramalazos permisivos en favor del separatismo, con mucha energía al frotar. Debe devolverse la credibilidad de España en el contexto internacional y que se nos respete en Europa, en el norte de África y en todo el mundo.

Confiemos en el futuro y preparemos la rasqueta para sacar tanto tarquín impregnado. Por eso conviene una gran mayoría que sume en un frente común a los partidos que de verdad quieren a España. Está en juego nuestro futuro y la capacidad de recuperación tras el paso de los que la odian y ningunean.

Javier Megino
Presidente de Cataluña Suma por España