Un año más hemos de soportar el patético momento de gloria que supone el mensaje navideño de todo un aspirante a no sabemos qué. Su delirio ante la cámara sirve para recordar que muchos catalanes viven en lo que califica como “conflicto”. Situación innegable al saber que existe una proporción de éstos que han de vivir inmersos en un auténtico caos mental con indicios evidentes de paranoia amarilla, lo que no deja de ser conflictivo para la salud.

Es esperanzador que, pese al lastre de la educación viciada y la corporación de medios fanatizada que emite las cigronadas, poco a poco la sociedad evoluciona favorablemente. De hecho, la mayoría se mantiene cuerda, mientras metaboliza y digiere las bufonadas de forma paciente y con resignación. Desgraciadamente, el sectarismo del representante del Estado en nuestra comunidad demuestra que no es la voz de todos. Ejercita su función de mero engranaje para dar esperanzas a esa proporción que aplaude el dominio enfermizo y ridículo de las instituciones ornamentadas con el lacito de la vergüenza, como si éstas fueran propias y no de todos los catalanes.

El mensaje sectario y lastimero, a años luz de la presencia y representatividad moral que supone el mensaje -maniatado por el sanchismo- de S.M Felipe VI, antes de la cena de Navidad, no debió defraudar a los suyos. Sin conocer de antemano el día en que iba a producirse dicha puesta en escena, hoy nos despertamos con el resumen de su pantumacada en los telediarios matinales nacionales. Y, al oír lo que dice, lo preocupante es que tiene como mayor cómplice al personaje instalado en Moncloa.

Sabemos que dispone del beneplácito y complicidad del viajero del Falcon, que ha admitido todas las plegarias del separatismo y se muestra como un servil colaborador a la hora de arrodillar al Estado. Lo cierto es que ha habido prisa por desmantelar la legalidad que nos protegía de las intenciones del socio y amigo secesionista, que nunca ha dejado de avisar de sus intenciones reincidentes. Esta legislatura se recordará por la aplicación de los indultos al golpismo y la eliminación del delito de sedición en el Código Penal, además de la despenalización de la malversación de dinero público para tal fin. Medidas que siguen una senda clara que allana el camino a los que dan soporte a este Gobierno mísero, mientras se engaña a los españoles diciendo que el famoso proceso ha acabado.

Esta etapa, en la que el sanchismo comparte objetivos con los que quieren romper nuestro país, tiene un riesgo extremo. Míster Moncloa pasará, como desea, a los libros de historia. Su periodo de narcisismo egocéntrico será un capítulo negro. Un apartado que dejará, para la posteridad, la frustrante realidad que supone ver al presidente del Gobierno de España como principal valedor de las dinámicas que persiguen acabar con la nación que él preside.

Con toda su chulería y haciendo gala del control de las Cámaras, llenas de necesitados de sueldos y sillones capaces de contradecir sus propios principios, podrá sentenciar a su partido político. Un PSOE incapaz de reaccionar y buscar soluciones endógenas, sin verdadero interés por buscar un sustituto de urgencia que limpie la imagen deteriorada del partido que hoy humilla a los españoles, y que solo sabe jugar a la teatralidad de las apariencias para contentar a los fieles que detestan la imagen que está dando el sanchismo parasitario.

Al margen de todo lo que podamos ver y vivir en este 2023, que ya tenemos a la vuelta de la esquina y esperemos que suponga el fin de este periplo sanchista sin parangón, permitidme que os desee a todos un Feliz Año Nuevo.

Javier Megino
Presidente de Cataluña Suma por España