El cariño que le tenemos al narcisista de Moncloa, el que reside en palacio, es inigualable. Su aureola ciega a todo su club de fans y los palmeros en nómina. Y, si queremos señalar a algún seguidor abducido por el resplandor del aura del macho alfa, debemos pensar en el bufón Bolaños.
Un tipo peculiar cuyas apariciones en escena, para dorar la píldora a su amo, constatan lo orgulloso que debe sentirse en posesión de una plaza ministerial que, como compensación al nombramiento, da sentido y justifica el proceder servil al que nos tiene acostumbrados.
Hoy ha sido evidentemente utilizado por su dueño y señor. Le ha tocado hacer el papel de provocador y tensar al máximo la cuerda con el poder autonómico madrileño, para seguir generando el ruido mediático que tanto aprecia y requiere el batallón de medios controlados. Parece que lo del derecho de admisión en una fiesta no lo acaban de entender, tras dejarnos claro que con lo del respeto al derecho de propiedad tampoco van sobrados.
El circo montado demuestra la calaña del sanchismo. El ruiseñor de Presidencia ha actuado siguiendo la directriz palaciega y, con este show, los líos de protocolo serán lo que quede de esta fecha, desperdiciando y destrozando todo el esfuerzo y trabajo organizativo.
La invitada, con pleno acceso al evento, era la ministra de Defensa. Válida representación de lo poco salvable del ridículo Consejo de Ministros que sufriremos hasta fin de año. El no invitado y su papelón ha servido para dejar constancia de los antiEspaña que hoy nos gobiernan. Estando el máximo exponente de la traición escondido, temeroso de la imagen y los silbidos de cariño e insultos amorosos que recibiría, la imagen de los vendepatrias que nos gobiernan quedaba en sus manos.
Estaba todo pensado y planificado, tanto como los discursos que nadie necesitaba escuchar de boca del vetado. Los actos institucionales del día de la Comunidad de Madrid han quedado deslucidos, con un definido pagafantas. Tras esta esperpéntica escena puede volver al redil satisfecho, con los deberes hechos, continuando con esa impagable labor palanganera que le caracteriza y para la que no tiene rival.
Javier Megino