Con un pedante comentario del tipo: “también pido un aplauso para él”, el ególatra que nos gobierna queda una vez más retratado. Es su peculiar forma de recibir a los señalados que le dan juego en las entrevistas mitineras que realiza desde el plató habilitado en la sede socialista de Ferraz. Un invento que, por si fuese poco lo vivido hasta ahora, enardece las virtudes de nuestro inigualable presidente, ahora postulado en la tarea de entrevistador. Con sus ansias por figurar igual conviene que le vayan haciendo hueco en la NASA, al no descartar que haya mediado con su íntimo amigo Biden para disponer de alguna plaza como astronauta. Igual es la solución para España y el planeta Tierra, si consigue que le adjudiquen billete para la próxima aventura marciana.

Este personaje asume que, al escucharse aplausos, éstos son para él. Algo lógico si aparece ante un público entregado que le debe la nómina y/o el cargo, como es el que llena la sala de la sede nacional de su partido. Otro cantar, diametralmente opuesto, es el que tendría lugar en caso de que aplicase este invento electoralista en algún espacio público no restringido a palmeros entusiastas. Todos sabemos lo bien que es recibido por el público en general cuando participa en algún evento en el que el aforo no está limitado a sus hordas.

Para los elegidos, que en lugar de ser entrevistados en realidad participan en un acto de ensalzamiento de campaña, no les queda otra que someterse. No pueden poner en riesgo o cuestionar su continuidad en esto de la política. Podemos asegurar que no va a citar a ningún ministro que le deje especialmente mal parado, o a personas relevantes del partido que puedan cuestionar su liderazgo y la sumisa dependencia. En este sentido, quedan descartados como figurantes en este show ministros de la talla de Doña Irene de Iglesias o el desaparecido que nos pedía evitar comer carne, con el argumento de que no son de su partido, pero tampoco podemos esperar que cuente con barones territoriales del PSOE que se han mostrado díscolos ante la sumisión del sanchismo al separatismo y a los herederos del terrorismo etarra.

Sea como fuere, a falta de un mes para esta novedosa convocatoria electoral veraniega en la que el protagonismo se centra en el voto por correo, parece que no hay límite y el sentido del ridículo ha quedado amortizado. Debemos prepararnos para soportar el palabrerío y la desvergüenza de los que saben que tienen la puerta abierta para que se vayan. Y, a poder ser, si Biden se lo piensa y nos hace un favor, con la expectativa de Marte como esperanza.

Javier Megino