Desconozco la importancia que ha tenido la colonia española residente en Venezuela, y en concreto la importante presencia de la que es originaria de la comunidad autónoma vasca, para que el PNV haya dado su apoyo en el Congreso a la propuesta de reconocimiento de Edmundo González como ganador de las últimas elecciones en el país caribeño y, por tanto, presidente de Venezuela.

Obviando las razones que hayan justificado ese respaldo en favor de la lógica, la realidad y la democracia, siendo meramente práctico y objetivo, considero que la sociedad española no abducida por los cantos de sirena, las falacias y las mentiras del sanchismo, debe aplaudir ese atrevido desmarque de los que tienen como socio al socialismo en el Gobierno vasco.

No sabemos si se trata de un toque de atención o si es solo una diferenciación con los adversarios directos en el terruño, pero esperemos que esta osadía se convierta en un punto de inflexión que haga posible la esperanzadora y optimista visión del actual presidente del Gobierno de España lloriqueando un cargo en Europa.

Nos avisa Sánchez con frecuencia que la legislatura será larga y cumplirá los plazos establecidos, pero no parece del todo imposible que sus planes se vean truncados, como hemos visto en la última votación en la que no ha habido unanimidad de los socios antiEspaña para defender al chavismo de Maduro. Algo que ha pretendido camuflar con la espera de una postura con perspectiva global europea, pero que no fue necesaria cuando hubo que dar apoyo a las ideas del hermano Mohamed con el Sáhara.

Empezamos a disfrutar de muchas votaciones parlamentarias en las que el bloque Frankenstein se fragmenta y las facciones de derecha, como es la aludida del PNV, o de extrema derecha, como sucede con los fanáticos trogloditas de Junts, rompen ese compromiso de apoyo que otorgó la Presidencia de España al que, sin duda, es la mayor ruina y bochorno histórico de la política española.

Nos queda por saber sí, llegado el momento, acomodado como está en su ritmo de vida y en todos esos privilegios que le colman ego y vanidad, una derrota en las urnas de nuestro Maduro en Moncloa supondría una cesión de poder tan traumática como la que estamos viviendo en nuestra hermana Venezuela.

Será difícil, siendo testigos de la ocupación obsesiva del poder por parte de un sanchismo controlador, ya sea colocando a los suyos en empresas públicas, en entes o condicionando instituciones, pero es nuestra obligación aprender de lo que sucede al otro lado del Atlántico y promover soluciones para avanzar hacia un horizonte en el que esta etapa maligna para España sea solamente un vago recuerdo. No perdamos la esperanza de que, para las nuevas generaciones, este periodo político de Sánchez, junto al vivido con el actual mediador chavista Zapatero, queden como una reseña negra que identifique a ambos como los mayores errores de la política española.

Javier Megino