Conmocionados por el fallecimiento del papa Francisco, aunque no podemos decir que haya sido una sorpresa dado su delicado estado de salud, estamos inmersos en la pomposidad de un momento histórico como es el que supone el adiós al jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano.
En este caso, por razones de gran proximidad como es el compartir la lengua de Cervantes que hoy honramos en la festividad del Día Internacional del Libro, una persona muy reconocida y querida por fieles cristianos españoles y, en lo que le hace un caso singular, por personas que no obedecen a ningún credo religioso.
En los actos que vamos a ir viendo, a lo largo de estos días en el que la despedida se alargará hasta el sábado en que parece tendrá lugar el entierro en la Basílica de Santa María la Mayor, veremos a la gran mayoría de mandatarios mundiales honrando a un ejemplo claro de humildad y entrega.
En un funeral de esta envergadura y simbolismo no podía faltar la presencia de nuestros reyes. Nuestro jefe de Estado trasladará el sentir de un país como España en el que la fe católica y la cristiandad protagonizan el sentir de la inmensa mayoría.
Con la presencia de Felipe VI, acompañado de la reina, nos vemos todos gratamente representados. Es un privilegio tenerle como nuestra imagen en la protocolaria despedida del que ha sido, hasta su fallecimiento el pasado lunes de Pascua, el obispo de Roma.
Acompañando a la familia real veremos a diferentes representantes de la política española, pero no echaremos en falta la participación del ególatra vanidoso que no soporta ser la sombra de nadie. El maligno rey de las tinieblas prefiere quedarse en sus aposentos. Excusándose de las exequias papales habrá visto una gran oportunidad para avanzar en sus tropelías. Con la noticia focalizada de un modo casi monográfico podrá seguir deconstruyendo, con el sigilo y oscurantismo que le caracteriza, el futuro de España.
Tras el rearme del Ejército, sin el apoyo de sus socios ni del Parlamento, ya estará estudiando la jugada para ver cómo acelerar al máximo los trámites que blanqueen su metedura de mano en todos esos procesos judiciales en los que la trama sanchista se ve implicada, ya sea marital, de hermandad o con amigos y colaboradores del PSOE señalados. Los medios controlados han de alargar el luto papal y las deliberaciones del Cónclave todo lo que sea menester para consolidar su estrategia autocrática.
Quiero acabar mi columna de esta semana expresando mi más sincero pésame por la muerte del papa Francisco. Descanse en Paz.
Javier Megino