Cumplida una semana del gran apagón que sufrimos en toda la España peninsular, seguimos padeciendo la deshonra y vergüenza que supone para nuestro país estar en manos de un personaje como Sánchez y todo su regimiento de colocados y bufones. Lo que debería ser un sentimiento de orgullo, dada la trayectoria e historia de nuestro país, se ha transformado en oscuridad desde el desembarco en la política nacional de dicho personaje. No recuerdo, en toda la vida de un cincuentón como el firmante, momentos de miseria como los que nos toca vivir con este número uno y su mafia. Y eso que ya sufrimos al que pensábamos inigualable ZP.
En otro subidón de ego, que le hace imposible reconocer lo que todos los expertos ponen sobre la mesa, Sánchez no es capaz de aceptar el error. Ha pasado una semana y no podemos esperar que reconozca el fiasco al colocar a una elegida como presidenta de REE sin importarle sus capacidades. Como hemos visto, el sanchismo reparte sueldos de medio millón de euros anuales sin hacer asco a esas puertas giratorias de las que tanto hablan en la izquierda cuando hacen campaña electoral.
Tras un curso intensivo semanal, y posiblemente más conocimientos que la exministra Corredor que fue la beneficiaria del cargo, para los españoles ahora es más fácil hablar de las debilidades del sistema o del mix energético. Lo que era desconocido ahora es la comidilla en cualquier sobremesa. Ya sabemos que es necesario tener el sistema energético equilibrado, con aportaciones de suministro de energía que compensen y lo estabilice, sin que haya sobredependencia o exclusividad de una fuente renovable, garantizando así un mínimo firme que nos evite la caída a cero.
En un país privilegiado como el nuestro, con tanta facilidad para capturar energía renovable, cualquier español está a favor de aprovechar al máximo las fotovoltáicas y las eólicas, pero acompañadas de las tradicionales fuentes de energía que aseguren la sostenibilidad del sistema. Esta semana hemos tomado conciencia de la realidad de un castillo de naipes que puede desmoronarse si el fundamentalismo obsesivo y populista apuesta en exclusiva por energías que dependen de la meteorología, marginando o sacrificando las que dan continuidad, fiabilidad y firmeza.
Con un debate antinuclear que ya carece de sentido, si el sentido no se ha perdido, y sobre la base del aprovechamiento lógico de las renovables, priorizando el servicio público al logro de unos mayores beneficios empresariales, parece necesario el reconocimiento del error por parte de los gestores de la operadora energética controlada por Moncloa al definir el mix energético del día siguiente, como parece que fue lo que sucedió. Deben dejar de marear la perdiz con excusas para ganar tiempo en la construcción de un relato alternativo interesado que haga del sanchismo la panacea cuando justamente es el origen de todos los males.
Javier Megino