Francisco de Quevedo atinó bien en decir » poderoso caballero es don Dinero «. No caduca esta afirmación crítica, siempre estuvo, está y estará presente mientras el hombre maquine, comercialice y valore las cosas en moneda, llamémosla peseta o euro.

Uno de los términos más frecuentes que emplean los entendidos en asuntos económicos, es la palabra Déficit y se acentúa su uso cuando la crisis monetaria se acerca galopante.

Muchos son los síntomas que indican el próximo deterioro económico, pero al margen del vaivén del mercado Internacional y de las bolsas, hay un hecho evidente que no es otro que la mala gestión y el coste del Estado mastodóntico que se ha montado. Ahí está la clave que nos puede llevar al desastre si no se ponen límites a los gastos que conlleva tener un número excesivo de administradores del erario público. Se ha perdido el sentido del deber y del decoro, lo que ha hecho de la política una plataforma para conseguir dinero fácil, se amontonan los cargos, las comisiones, los ministerios, no basta con un solo vicepresidente y aparecen, elección digital, un sinfín de figuras sin trabajo concreto que pululan por los despachos y pasillos de las instituciones y lo más lamentable, muchos de ellos sin formación académica debida.

De vez en cuando se coloca la espada de Damocles sobre la permanencia de las pensiones, hace años que se insiste en la necesaria reforma del sistema pero ningún gobierno ha tomado la iniciativa de estudiar una alternativa viable con las mejores medidas para salvar las prestaciones. La política, desviada de su fin original y forzada por intereses partidistas, se ha hecho opaca a las necesidades de la ciudadanía. La longevidad de la población puede haber desestabilizado el fondo destinado a dar calidad de vida a los jubilados, aunque la verdadera causa de la disminución del grueso monetario a tal fin, es la falta de responsabilidad del gobierno de turno al echar mano de él para destinos ajenos a los que corresponde, sea a cualquier otra causa o a pagas no contributivas; es fácil ser generoso con el dinero de los que cotizan con su trabajo durante los años de su vida laboral, para luego repartirlo a menesteres que deberían ser contemplados en los presupuestos generales.

Los movimientos feministas tan de moda, dirigidos por jovencitas principiantes en el conocimiento de los derechos de la mujer, absorben millones de euros en lanzar alternativas increíbles. Nuestra legislación ya deja claro la igualdad de los ciudadanos en derechos laborales, jurídicos y sociales al margen de su condición biológica, lo que hace innecesario mantener económicamente unos colectivos que han logrado su existencia por intereses estratégicos e Ideológicos que al desmoronarse los que se utilizaban antes, recordemos » la lucha de clases», ahora se corean unos nuevos con la figura de la mujer como eje central y encima con el coste innecesario que conlleva.

Se cuestiona la monarquía, se insiste en que es una institución hereditaria no por elección democrática como sería la república. Si el futuro Presidente de esa República no fuera tan generoso en sus gastos sea el del falcón, el de las reformas de las residencias de vacaciones, el de la corte de asesores, el del número de familiares que se incorporan a las vacaciones gratis, el de sus Consejos de Ministros itinerantes, los activistas podrían tener una excusa para emitir sus vacíos reclamos.

Nuestros representantes locales, autonómicos y nacionales para subir o crear impuestos nuevos, enmascaran sus decisiones con frases samaritanas – es de justicia que las grandes fortunas no se libren de pagar lo que les corresponde -, cuando en realidad están dinamitando a la clase media que tanto costó crearla y sobre todo al simple trabajador, que día a día pone empeño en su esfuerzo laboral para ayudar a su familia, le están quitando su independencia al supeditarlo a la generosidad del papa Estado.

Aeropuertos sin aviones de entrada y salida, estaciones de tren abandonadas al deterioro del tiempo, monumentos destinados a engrosar el dinero de sus creadores sin haber pasado la criba de un concurso de adjudicaciones, son algunos destinos del dinero público. Irritable tales situaciones fuera de control y mientras tanto esos caudales no se invierten en lo que debería ser, mejora del sistema sanitario, modernización del funcionamiento de la administración y en especial de la de justicia para agilizar los tramites y hacerla más cercana al ciudadano.

Respeto al pueblo al que servir, no estrujar sus bolsillos para limitar sus libertades, honestos en el destino del erario público, penas firmes a los que se apropian de esos fondos para fines personales o de partido, es lo que debería imperar. Este planteamiento es la democracia, no el reparto de los caudales de todos para beneplácito de unos cuantos aprendices pero expertos en vivir a costa de los demás.

Ana María Torrijos