Izquierda y derecha, dos términos en continuo uso y en algunos casos peyorativos por decisión de ciertas mentes cerradas al diferente.

“ Izquierda, derecha, izquierda, derecha, adelante, atrás, un, dos, tres …“ cantinela infantil que se ha hecho viral sin emitirla en voz alta los niños ni repetirla. Ahora se emplea con clara inquina, un insulto y hasta un estigma. La acción política cuya finalidad es introducir sensatez o en todo caso convivencia entre los ciudadanos, por el uso inapropiado de los vocablos impera la hostilidad. No podemos sorprendernos cuando aceptamos los malabares lingüísticos que hacen los disfrazados de sabios populares, el femenino se ha de implantar machaconamente por interés doctrinario o por desconocer que hay palabras ambivalentes, tanto se utilizan para señalar un género como el opuesto. Hemos caído en una vorágine de ofensas, de destrucción de los que no son de nuestro clan, de nuestro grupo sectario, los OTROS.

Cuando se inició la trayectoria democrática, no se hizo respetando por completo los valores comunes, institucionales, la bandera oficial. La izquierda en general enarbolaba la enseña que representó en su momento a la Segunda República, un principio de inestabilidad, un periodo histórico poco ejemplar por todo lo acontecido, se asesinó al jefe de la oposición lo que fue la gota que excitó los ánimos y de ahí la Guerra Civil. Luego por los cambios que el desarrollo económico a nivel internacional introdujo y, en consecuencia, por la falta de elementos distintivos de los sectores de izquierda, “ el proletariado “ había quedado obsoleto, se inició un proceso muy negativo, el acuñar el concepto “ progresismo “ únicamente a disposición de la izquierda. Progresar no era posible con la derecha, retrógrada, contraria a las necesidades de los trabajadores. Conviene preguntarse a quiénes se referían. Incorporaron el cliché de que sólo la izquierda podía solucionar la precariedad de la sociedad, de los sectores menos favorecidos en sueldos, cultura, enseñanza, pensiones, en calidad ambiental y en otros ordenes.

La frase “más de cien años de honradez “ ha servido de pasaporte a unos políticos que no poseían la ética necesaria para servir a sus compatriotas, situación que nos ha llevado a tener comunistas en el Gobierno y, lo que clama a cualquier persona con cierta capacidad de pensamiento estable, es que estamos a punto de explosionar como sociedad y nación.

Desde los ministerios se ha llegado a negar a los médicos la libertad de conciencia ante un aborto, se ha acuñado la afirmación de que los hijos no son de los padres, de que el suspenso es un signo elitista, por mencionar alguna de las anomalías, sin olvidar el consentir que políticos con responsabilidad en cargos públicos manifiesten una y otra vez que “ Espanya ens roba “, que España no es una democracia.

En el debate, en cualquier foro público no es aceptable todo, hay que descartar el insulto, el engaño y si se desea impedir que el adversario pueda superar en propuestas, el camino a seguir es mejorar en alternativas reales, nunca se deben emplear calificativos infames porque lo único que se consigue es deteriorar el escenario social. Desde este punto de partida sólo se llega a lo que se plasma en el transcurrir político de este momento: que la izquierda ha colocado un valladar ante la derecha, que le impide presentarse como defensora de las clases menos favorecidas, en justicia social y en derechos básicos. Tanto el presidente como su coro de ministrables lanzan a la opinión pública que la oposición no actúa dentro del marcó constitucional, es lo único que esgrimen con marcada firmeza en vez de contestar con claridad a las preguntas que los pocos periodistas les hacen, no porque no haya una nutrida representación de los medios, sino por el veto que el “ político más democrático “, el señor Sánchez, suele imponer y ni en la Cámara de la soberanía nacional se deja ver con la frecuencia debida. Esta legislatura, que ya empezó mal por cómo se llegó al poder, con meses de espera antes de convocar elecciones, con pactos contrarios a la ética y a la estabilidad de la Nación, se desarrolla cargada de anomalías, sentencias constitucionales contrarias a las decisiones del poder ejecutivo, constantes intentos de enmudecer a la oposición, concesiones a los chantajistas aunque conlleve actuar de espaldas a la ley y sobre todo el abandono de la ciudadanía que sí siente los principios democráticos y el pertenecer a un país que no merece un desguace como se está llevando a cabo por el simple hecho de estar en el poder y vivir a costa del erario público.

Hay que llamar a los que creen en una izquierda honesta, en la democracia parlamentaria liberal y en España con el fin de quitar del poder a quien no permite tararear con alegría esa melodía infantil “ izquierda, derecha……..un , dos, tres “.

Ana María Torrijos