Igualdad ante la ley en un sentido amplio, derechos y deberes, participación, información, expresión………. una sola clase de individuo, el ciudadano, es democracia. Este amplio abanico, unos junto a otros cobijados por el texto constitucional, deliberadamente se ha difuminado a medida que los políticos, de ser nuestros delegados a través del voto que les hemos dado, se han apropiado de la soberanía popular con métodos alejados de la norma jurídica. Los intereses que les han llevado a ello son varios, pero ninguno abraza los valores del Estado de Derecho.
Un gobierno para todos y en beneficio de todos requiere no sólo la legitimidad del sufragio sino también la de “el día a día”, o sea cómo se ejerce ese poder. Premisa ésta arrancada del catálogo de requisitos del candidato, pues cuando se alcanza ese puesto algunos, entre ellos el señor Sánchez, se dedican a ejercerlo de la forma más obscena, la ley no cuenta o se la retuerce y si es necesario, se la camufla con enmiendas normativas redactadas con el único fin de darle un sentido que no tenía.
El filósofo griego Aristóteles decía que la democracia es el gobierno de la ley.
Nuestro esperpéntico Ejecutivo está implicado en un proceso de involución, de desmontaje del mejor sistema político vigente en los países más desarrollados en economía y en organización institucional. El presidente no existe pues está en constante pleitesía ante los herederos de los que no valoran la vida, ni antes que la sangre regaba las calles ni ahora al instar ese nacionalismo xenófobo que enfrenta a los ciudadanos por una hipotética raza vasca.
A esos Pedro Sánchez les ha permitido formar parte del CNI, la información más profunda y delicada, y lo ha hecho con la más lamentable contrapartida, seguir él ocupando un puesto que no merece ni por calidad ni por honestidad.
Atender las sesiones del Congreso de los diputados permite conocer que no corresponde a lo que cabría esperar. Las decisiones tomadas con los enemigos de la integridad del Estado y por lo tanto, de la Nación española no se ajusta a la intención de los que emitieron su sufragio en las urnas pues no era una consulta de autodeterminación, todo lo contrario era un reclamo para apoyar a la opción política que se creyese mejor para gobernar. También se constata que ya la cámara legislativa no controla al gobierno, no hay debate abierto entre los distintos partidos, sólo es un simple escaparate falseado, las decisiones ya han sido tomadas con antelación, pactos en la sombra y se cierran con un Intercambio de preguntas y contestaciones que encajen en la representación del momento, o con preguntas sin respuestas correspondientes. Las competencias del Estado se han ido cediendo a grupos afines al poder sometidos por las prebendas o a otros de nuevo cuño, una Administración mastodóntica. El socialismo no hizo un cambio real a la democracia, vino cargado de connotaciones marxistas, con la bandera republicana, con el término Estado español en vez de Nación española y a poco que pudo interfirió en la independencia del poder judicial y rebajó la calidad de la Enseñanza, guiños a los nacionalistas, poca firmeza ante la violencia asesina y constancia en tachar a la oposición de franquistas cuando familiares de algunos de ellos ocuparon cargos relevantes en el anterior régimen. La falacia preside esta legislatura, argumentos incorrectos, en ocasiones difíciles de detectar por una ciudadanía centrada en los problemas familiares diarios.
La solución en estas circunstancias está en olvidar ideologías y racionalizar el voto, buscar quién pueda salvar la democracia, la libertad y la ley. La integridad de España y su historia está en juego.
Ana María Torrijos