La aparición de nuevas redes sociales vaticinaba mayores posibilidades de información con la capacidad de contrastar y meditar mejor nuestras decisiones en todos los órdenes y en concreto en el ámbito de la política, pero la realidad nos ha demostrado que la abundancia de medios informativos no equivale a mayor y más variado acopio de noticias u opiniones.
El poder político ha deteriorado los valores democráticos propios de los sistemas parlamentarios liberales. La subvención ha sido lo que ha corrompido a muchos medios de comunicación con el sesgo que les imprime “la voz de su amo“.
Las tendencias ideológicas son naturales en una sociedad, lo que no es ético es ensombrecer, manipular y hasta esgrimir la mentira para batir al contrario. Querer imponer a toda costa un único argumentario soslayando por una parte la división de poderes y por otra cuestionando la independencia de los medios informativos, el llamado cuarto poder, dista mucho de lo que marca la Constitución.
En está legislatura se está desmontando ese equilibrio institucional que mantenía el funcionamiento del Estado de Derecho. La constancia en ese empeño no se ofrece, no llega en su totalidad y con toda su crudeza a la ciudadanía, no todos los medios informan de la demoledora actuación del Ejecutivo con los muchos decretos ley que está lanzando, un procedimiento no abierto al debate. Ahí deberían estar los periodistas como mensajeros de la realidad, no disfrazaría y menos anularla. Está al caer la Ley de Secretos Oficiales y con ella la opacidad en el espacio informativo, el Gobierno podrá controlar cualquier noticia que le sea incomoda.
Día 17 de agosto, cinco años después del impacto terrorista en las Ramblas de Barcelona, una efemérides digna del recuerdo de las víctimas de aquel suceso luctuoso, fruto de la barbarie humana. Sólo ha captado la atención la concentración y ofrenda floral programada por los representantes del poder político, la que fue alterada y rechazada por un grupo de fanáticos, bien remunerados para dejar constancia de la catalanidad subyugada en manos de los colonos españoles, que por cierto facilitaron el alza de la densidad demográfica y el desarrollo económico de Cataluña y en especial de Barcelona. El recuerdo contó con otro acto de cariño a los que nos dejaron y de solidaridad para con sus familiares. La Asociación Catalana de Víctimas de Organizaciones Terroristas entre otras, convocaron a los ciudadanos para esa emotiva evocación.
La lectura del comunicado, compases líricos, ofrenda floral y un minuto de silencio, con la presencia de la policía municipal, la autonómica, la guardia civil, la policía nacional y también los partidos constitucionalistas PP, VOX y C,s fue lo que dejó constancia del dolor que sacudió a la ciudad condal aquel fatídico día. Todos unidos por el valor de la libertad.
Dar prioridad a este homenaje o por lo menos la misma proyección que al oficial sería lo lógico en un país donde la mayoría de centros informativos gozasen del principio que debe guiar al periodismo, la noticia y lo más ajustada posible a la realidad. Pero no ha sido así, sólo retumbaba los oídos y cegaba la vista de la ciudadanía lo ocurrido en presencia de los dirigentes municipales y de los autonómicos, con el griterío agresivo de los fanáticos bien adiestrados por el sentir supremacista, mezquino y deleznable de los separatistas, una clase dirigente que ha vivido durante muchos años del gobierno de España, sea el que sea, todo es bueno si va acompañado de prebendas económicas.
La soberanía nacional ha sido adoptada por unos “políticos” faltos de escrúpulos y de formación académica, que está adocenando a las personas para encauzarlas hacía un lugar de muy difícil retorno: control del pensamiento, pobreza y falta de referencias de un pasado que puede animar a sentir orgullo de los hitos realizados, entre ellos la etapa de Transición marcada por la Carta Magna de 1978.
Ana María Torrijos