Por mucho que evolucione el mundo, que se descubran nuevos y avanzados medios para comunicarnos, para facilitar el encuentro entre amigos, familiares e incluso poder recurrir a múltiples contactos en pocos minutos, se requerirá un equilibrio emocional en algunos casos y en otros una firme ética para enmarcarlo en los parámetros de la verdad.
“La verdad os hará libres” frase bíblica, que indica la pauta a seguir y complementada por otras muchas reflexiones de filósofos, intelectuales y comunicadores políticos.
Si deseamos tener constancia de esa máxima, nos va a ser difícil hallar un paralelismo o por lo menos una aproximación en el ámbito público, pues sólo recibimos una réplica muy adulterada de esa propuesta. Las obligaciones personales, el ritmo del trabajo nos impide en muchas ocasiones pararnos a valorar lo sucedido más allá de lo inmediato. Esa postura en cierta manera acomodaticia pone trabas para conocer a fondo toda la realidad que nos envuelve, lo que da rienda suelta a muchos desmanes por parte de la clase política. Impunidad es lo que impera, todo es válido, rápiñas, engaños, agresiones verbales muy bordes o litigios que se les alargan a los políticos durante años y cuando se llevan a término nadie ya los recuerda o casi no tienen impacto, eso si antes no ha habido una maniobra con el fin de evasión, recordemos el caso del 3% en Cataluña que ahora parece despertar después de años de sueño aletargado. Si ese panorama impera, destroza a una sociedad por lo que es imprescindible que haya un cambio en el sentido común e implicación en las decisiones de los que ocupan cargos institucionales.
Con respecto al cumplimiento de la Constitución basta escuchar a quien pilota el Gobierno en el acto conmemorativo del 40 aniversario por mayoría absoluta del señor Felipe González: “de pe a pa, del primer al último artículo, se esté en el Gobierno o en la Oposición” antítesis de lo realizado por Él y su equipo ministerial en estos años de legislatura. Rechazo por parte del Tribunal Constitucional de ciertas medidas impuestas por el Ejecutivo que limitaban la movilidad de los ciudadanos y el libre ejercicio de la actividad en el Congreso de los diputados durante la pandemia y otras muchas decisiones en espera de sentencia judicial; en la campaña electoral firmes promesas de no pactar con independentistas ni con Bildu, pero en cuanto el señor Sánchez vio que no tenía mayoría para gobernar, de lo dicho nada, está con ellos disolviendo las estructuras que apuntalan el edificio institucional; un tratamiento histórico doctrinario con calificativos a la oposición no ajustados a la realidad, que rompe la línea trazada en la transición a la democracia de iniciar un periodo de convivencia en el que no hubieran rescoldos de la guerra civil; sus discursos, largos y tediosos, están llenos de información parcial o falsa para librarse de cualquier responsabilidad de la situación económica tan delicada que se padece, excusa para aumentar los impuestos, pero nuestro presidente cuenta con una lista amplia de expertos en todos los ámbitos, sanitario, ecológico, académico y de ahí la tasa tan alta de fallecidos ante el Covid 19 y por poner otro ejemplo un nivel educativo lamentable, posiblemente sea para seguir la huella en conocimientos de algunos miembros del Gobierno e incluso del Presidente.
La opacidad, la tergiversación preside el poder ejecutivo, poder que debería ser para todos los ciudadanos referencia de servicio leal, de cumplimiento de la ley, de respeto al orden establecido, sólo con ese bagaje se puede pedir sacrificios a la soberanía popular, al pueblo.
Estamos ante un gobierno que controla gran parte de los medios informativos audiovisuales, los presentes en el ambiente familiar, lo que hace imposible el acceso a unas noticias plurales, a facilitar la reflexión libre, a descubrir la verdad y a desdeñar la mentira. Se comprende que el partido socialista rechace aumentar las penas para los ocupas y el desalojo exprés, pudiera ser contagioso y se viera obligado a seguir ese camino. Un gobierno sin mayoría con la constante claudicación ante separatistas y comunistas no es digno de ser el que dirija nuestro presente ni el futuro inmediato y si a esto se suma la villanía ante situaciones dramáticas como es el asesinato de una niña, que por dejar de existir en manos de su madre, no es digno ”su adiós a la vida” de ser lamentado con la rapidez y el respeto que se merece, y si no reaccionamos no nos queda ni un mínimo de dignidad.
Ana María Torrijos