El futuro de una sociedad está en su permanencia en el tiempo pero no únicamente con una aportación puntual en la historia y al cabo de unos años en el pasado, sino como un ente viviente que permanece e incorpora sin interrupción valores para ser transmitidos de generación en generación.
Ese gratificante futuro no es viable si los protagonistas del presente no ponen las bases imprescindibles con la finalidad de que hayan relevos capacitados para la recogida del legado y para su posterior difusión.
En los niños y adolescentes se encuentra ese prometedor mañana y conseguirán tomar el testigo si se cuida el entorno familiar y escolar durante el período de formación, si se respetan sus derechos y si la sociedad en su conjunto lo avala. Nos encontramos muy distantes de ese ambiente propicio ya que los defensores del totalitarismo y los identitarios nacionalistas están en contra de ese entorno de libertad protagonizado por cada individuo. Esas Ideologías, opuestas al libre pensamiento, con el poder en sus manos legislan y gobiernan atropellando la presencia de los derechos individuales. Se creen capacitados para modificar el modelo social, el rol que cada persona desea desarrollar, y sobre todo sin contar con los implicados, lo tienen asumido, imperan más sus propósitos que el bienestar de la sociedad. Se ha consentido que los espacios propios de los ciudadanos fueran copados por ellos y han llegado más allá de lo impensable al limitar la patria potestad de los padres sobre sus hijos en todos los ordenes, psicológico, formativo, educativo, social. Las leyes referentes a la enseñanza primaria, secundaria y universitaria, además de dañar la calidad al eliminar del currículum materias que habilitan a la reflexión, a contrastar, a tomar un criterio propio, también introducen un relato histórico tergiversado por interés ideológico y unas laxas directrices que no orientan al estudio, al afán de superación, todo lo contrario el suspenso no priva de pasar de curso.
La practica de la lectura, el ejercitar la memoria dejarán pronto de acompañar al estudiante, sólo cuenta “la memoria histórica”, un concepto desconocido, un uso erróneo del significado de las palabras, pero que se ajusta a su empeño de suministrar un solo relato del pasado, el que favorece sus intereses , ellos los héroes y los otros los malos.
El fracaso escolar es constante y en aumento el abandono de los estudios, lo que nos aboca sin remedio a no tener unos futuros ciudadanos bien preparados para exigir a los políticos responsabilidad y que se apoyen en la verdad en toda su trayectoria desde comunicar su historial académico hasta exponer su ideario con transparencia y ser leales al servicio de la ciudadanía.
Una formación buena es la que permite un ascenso social sin discriminación alguna, una formación que prepare a los jóvenes para desarrollar un trabajo ajustado a sus capacidades. Estudios profesionales y universitarios completos es lo que necesita cualquier sociedad avanzada e inmersa en un sistema parlamentario liberal. La democracia requiere este punto de partida y es ahí a dónde se deben dirigir nuestras propuestas o exigencias. Un NO mayúsculo a todos los atropellos que se están cometiendo en este espacio y para más repulsa, impuestos por una mayoría de políticos sin nivel de estudios, falsas todas las carreras de las que hacen gala.
No tenemos que observar impávidos cómo están transformando las referencias básicas de la estructura social, de la convivencia familiar y hasta, contraria a la valía personal, la propuesta de la ley de paridad que deben cumplir las empresas y los diferentes gobiernos, el sexo por encima de la preparación y destreza individual. Dicen defender a las mujeres cuando en realidad las colocan en el limbo, en el tumulto femenino, en donde sólo consta ser mujer, todas iguales, incapaces de ser firmes por ellas mismas y a su disposición una ley especial, redactada por gurús que las definen.
Para ellos sobra lo que verdaderamente nos hace humanos, pues nos haría independientes y dispuestos a ser nosotros mismos. ¿No interesa romper los reclamos de las consignas dadas desde el poder?, un poder que desea sestear a la mayoría, los nuevos señores feudales del siglo XXI.
Ana María Torrijos