El Partido Socialista de Cataluña (PSC) nació de un modo ciertamente peculiar. Un partido histórico español de base social obrera (el PSOE) decide, durante la Transición, desaparecer de escena en la región catalana y entregar la franquicia socialista a grupos procedentes de la oligarquía regional (los Pasqual Maragall, Raimon Obiols, Joan Raventós, Narcís Serra …) y cosmovisión catalanista. Es decir, lo más opuesto a la base social e ideológica de un partido fundado en 1879 para defender, teóricamente, los intereses de la clase trabajadora de toda España. Dicho sector catalanista marginó completamente al soporte sociológico obrero y castellanohablante que formaba la extinta Federación Catalana del PSOE, acaparando los puestos decisivos y elaborando en solitario la doctrina política e ideológica del nuevo partido.

Desde entonces, el PSC ha intentado siempre adelantar a los partidos separatistas en sus planteamientos para diluir la nación española de ciudadanos libres e iguales, proclamada en la Constitución del 78, con el objetivo de acabar borrándola de la conciencia de los catalanes. Así, fue el partido que propuso en los años 80 la mal llamada inmersión lingüística en la escuela pública, en realidad imposición de monolingüismo catalán a una mayoría de alumnos que no tienen la lengua catalana como materna. En ningún país del mundo existe una situación semejante, con la imposibilidad de estudiar, en la escuela pública, en la lengua oficial del Estado. Los resultados académicos han sido un desastre sin paliativos, como muestran los informes PISA, con escandalosas tasas de fracaso escolar en el alumnado castellanohablante, produciéndose también una absoluta falta de identificación de estos alumnos con su escuela (ambos aspectos están interrelacionados con la imposición de una lengua vehicular extraña al alumno). A ello se suma un desvergonzado adoctrinamiento en la mitología del catalanismo político, especialmente en los contenidos de los manuales de Ciencias Sociales.

Cuando estuvo en condiciones de formar gobierno en Cataluña, el PSC pactó con el partido histórico de la pequeña burguesía catalanista xenófoba, ERC. Y se empeñó en elaborar un nuevo Estatuto de Autonomía, sin ninguna demanda social, que ni siquiera fue votado (a favor o en contra) por el 50 % de la población, con lo cual nació sin ninguna legitimidad política. El nuevo Estatuto era, además, claramente inconstitucional, incluso tras su revisión por el Tribunal Constitucional, como ha señalado Santiago Trancón. Y dio alas a planteamientos abiertamente separatistas, que también impulsaba el PSC de modo solapado. Hay que recordar que el primer político catalán que se atrevió a posar con una bandera separatista públicamente fue el socialista Pasqual Maragall.

Desde el año 2005 fue surgiendo trabajosamente en Cataluña una alternativa de centro izquierda para los sectores sociales hartos del “nacionalismo obligatorio” catalán promovido por el PSC. Ciudadanos, sin grandes apoyos económicos o mediáticos, fue creciendo gradualmente hasta ganar las elecciones catalanas del año 2017. También consiguió coronar su proceso de expansión nacional el año 2019, obteniendo 57 diputados en el Congreso en las elecciones del 28 de abril. Se convirtió así en el tercer partido más votado de la Cámara Baja, y a punto estuvo de desbancar del segundo puesto al PP. A partir de ese momento, una increíble serie de errores encadenados propiciaron una auténtica debacle. Se convocaron nuevas elecciones generales el 10 de noviembre de 2019, pues el líder de Cs Albert Rivera se había negado a negociar cualquier acuerdo de investidura con el socialista Pedro Sánchez. En ellas Cs sufrió un desmesurado castigo, perdiendo 47 diputados y quedando sumido en la irrelevancia política a partir de ese momento. Los malos resultados se fueron repitiendo en sucesivas citas electorales.

En las elecciones catalanas de 2021, Cs perdió 30 de los 36 escaños que tenía, pasando de la primera a la séptima posición en la cámara. Esta debacle permitió la victoria del PSC, que subió 16 escaños quedándose con la mitad de los sufragios perdidos por el grupo de Arrimadas. La otra mitad fue a parar a Vox, partido que hizo una impresionante entrada en el Parlamento regional con 11 diputados.

En los últimos tiempos, los estrategas del PSC han entendido que la inmersión está ahora seriamente cuestionada, tanto a nivel de calle como en los tribunales, y han decidido ‘gatopardescamente’ que hay que cambiar para que todo continúe igual. Esto explica las curiosas declaraciones de Joaquim Coll, hombre del PSC bien relacionado con algunos grupos de la Resistencia Catalana, pues fue vicepresidente de SCC, miembro de Historiadors de Catalunya y presidente del patronato de la Fundación Joan Boscà (entidad que financia algunas actividades de la Resistencia, especialmente las patrocinadas por SCC). Pues bien, Coll ha llegado a afirmar, contra toda evidencia, que el PSC en realidad no fue el padre de la inmersión monolingüe en catalán, ni su avalador durante más de 30 años, sino que esta fue sólo “una propuesta sobrevenida a finales de los 80”.

Por otro lado, la Fundación Campalans, el “laboratorio de ideas” del PSC, organizó hace dos semanas unas Jornades per renovar el consens lingüístic a Catalunya . En dichas jornadas estuvo presente una delegación de SCC encabezada por su presidente, Fernando Sánchez Costa. Y también estuvieron presentes entre el público Rafael Arenas y Jesús Rul, de Impulso Ciudadano, a los cuales se permitió plantear una pregunta a los ponentes.

https://youtu.be/Z_7QKCoR-Rg https://youtu.be/9N7sd1k85zc

En definitiva, todo parece indicar que los sectores menos cerriles del PSC desean distanciarse verbalmente del término inmersión (así se explican las surrealistas declaraciones de Coll) y se disponen a aceptar que se imparta una (y sólo una) materia en español, además de Lengua Castellana, en la escuela. Con eso considerarán aplicadas las sentencias y enterrado el problema y la reivindicación. Intentarán atraer a esta estrategia a parte de las asociaciones de la resistencia catalana. Básicamente, SCC, que siempre ha valorado sobremanera las buenas relaciones con el PSC; de hecho, le costó mucho oponerse al término “inmersión” con la excusa de que había muchas sensibilidades en SCC. El anterior presidente, José Ramón Bosch, era partidario reconocido de la inmersión. También podrían sumarse Impulso Ciudadano y AEB.

Si esta estrategia del PSC tiene éxito, podría producirse una escisión en el mundo de la Resistencia Catalana que sólo beneficiará, a medio y largo plazo, al separatismo. Por un lado, un sector que seguiría al PSC en su propuesta y se conformaría con una materia más en catalán, desactivando la lucha en cuanto se materializara este exiguo logro (calificado de “enseñanza bilingüe”). Y otro sector que consideraría esto una migaja inaceptable y bascularía probablemente hacia Vox, que ha mantenido hasta ahora una postura beligerante. Posiblemente, este es el sueño de los estrategas del PSC: polarizar y dividir la resistencia, haciendo desaparecer a PP y Cs del panorama político catalán -o, al menos, sumirlos en la más absoluta irrelevancia- de manera que el PSC pudiera presentarse como la única alternativa – salvo los fachas de Vox- que tienen los ciudadanos que jamás votarán a un partido separatista. En cuanto a Vox, quedaría absolutamente neutralizado y estigmatizado gracias a la pinza que formaría el PSC con los partidos separatistas.

Tras un periodo de pataleo, los partidos separatistas aceptarían, tácitamente al menos, la solución PSC. Lo cual facilitaría una nueva edición del nefasto tripartito. El PP es posible que acabara también pasando por el tubo, pues nunca ha sido capaz de mantener una posición coherente en este tema, salvo en la lejana época de Vidal Quadras. Sería el peaje a pagar para que se levante, al menos temporalmente, el “cordón sanitario” que tanto le angustia, impuesto por el PSC y los separatistas. En cuanto a Cs, con su supervivencia pendiente de un hilo, podría acabar adhiriéndose al renovado consenso lingüístico. A fin de cuentas, se tratará de un sistema educativo bilingüe, su gran objetivo.

Varias asociaciones constitucionalistas, después de años batallando en lucha desigual, sentirán la tentación de situarse en la órbita del PSC. Especialmente si, desde este partido, se les ofrecen jugosos puestos en listas electorales, o alguna otra canonjía. Después de todo, podrán decirse a sí mismos, hemos conseguido al fin una escuela bilingüe.

En definitiva, las asociaciones más señaladas de la Resistencia Catalana están ante una grave responsabilidad. Si se suman finalmente a la estrategia del PSC, cediendo a la gran tentación ‘donjulianesca’, habremos retrocedido 10 años en la lucha y habrán provocado una grave fractura en la Resistencia. Y todo a cambio de unas migajas que no darán satisfacción a nadie ni solucionarán la violación permanente de los derechos cívicos de la mayor parte de la población catalana. Así que la guerra, aunque sea con otros protagonistas, continuará.

Plataforma Profesores por el Blingüismo

Artículo publicado en “La Tribuna del País Vasco”.