Leo en la prensa como Pere Aragonés ha realizado un viaje a Nueva York con 20 acompañantes y por un coste de más de cien mil euros. Muchos de ellos, ni siquiera participaron en los eventos, estaban por estar. El problema no es sólo el hecho en sí, sino que apenas se le ha dado cobertura.

Recordemos cómo no hace tanto, Irene Montero realizó un viaje similar a Nueva York con varias miembros de su ministerio, que parecía más un viaje de placer que de gobierno. Ahí sí que (con toda la razón del mundo) salió por la toda la prensa y televisión, a bombo y platillo, y fue el tema de montones de críticas. Lo de Pere Aragonés, sólo ha aparecido en el algunos medios a nivel nacional, sin embargo en la prensa catalana ni se menciona.

Nos enteramos más de todo lo malo en el resto de España que de Cataluña. Durante años se habló del despilfarro de los aeropuertos o la famosa y carísima M30 de Madrid y en cambio de la L9 que, pese a no estar acabada, acumula ya un sobrecoste de 5000 millones y el carril VAO de la C58 elevado, que tuvo un coste de 80 millones y apenas se utiliza.

Con la corrupción pasa tres cuartos de lo mismo. Hemos oído hasta la saciedad los escándalos de los ERES, Púnica, Noos, Gürtel entre otros, incluidas las 169 portadas del País sobre los trajes de Camps (que por cierto fue absuelto), y en cambio se sabe muy poco del caso del 3% y se olvida que el propio Artur Mas exigió al entonces president Pascual Maragall dejara el tema o no le aprobaba el Estatut. Si esto en vez de Cataluña hubiera pasado en Francia, no me cabe duda que hubiera habido una revuelta como la de los chalecos amarillos.

Lo que diferencia a Cataluña no es que ocurran este tipo de escándalos, sino que el que intenta destaparlos o hacer que llegue a oídos de la ciudadanía es tachado de anticatalán o promover el odio hacia Cataluña. Jamás olvidaré como tras de que ABC informara sobre un cobro de dietas de desplazamiento de algunos miembros de la Generalitat, ERC reclamó “un cordón sanitario” contra este diario.

Este silencio forzado lo único que provoca es una sensación de impunidad por parte de los separatistas, que conlleva más derroches y corrupción, pues saben que no tendrá coste ni en condena ni votos y que la factura de todo la pagamos nosotros, con más deuda, peores servicios y unos impuestos más altos , que hacen que llegar a fin de mes sea cada vez más difícil.

Denunciar estos hechos no es de malos catalanes, sino todo lo contrario. Yo soy catalán y amo a Cataluña y por ello quiero la mejor sanidad posible, seguridad en las calles, enviar los barracones al pasado, unos impuestos livianos que nos permitan vivir holgadamente y mucho más. Para ello necesitamos una buena gestión y perseguir el despilfarro y la corrupción. Si lo hacemos, no nos convertiremos en enemigos de Cataluña, sino en firmes defensores.

Xavi Gil