A estas alturas nadie puede sorprenderse al escuchar, del todo convencidos y creyéndose su propia película, el relato de la mentira y la tergiversación usado por el sanchismo. Un cúmulo de falsedades que implica la complicidad de todo el PSOE, al ser capaz de aceptar el enfoque maquiavélico de decisiones humillantes y capituladoras, con el erróneo fundamento de que se toman por el bien de España. La vergüenza les embarga y carecen del valor para reconocer, como todos sabemos, que se deben a una necesidad vanidosa por continuar disfrutando de los privilegios asociados a la condición de partido gobernante.

La indecente predisposición a aceptar todo lo que sea necesario, para mantener cargos y sueldos, sitúa al actual PSOE en una órbita muy diferente de la que conocíamos. Tan solo el poco efectivo postureo del presidente García-Page, aparentando un posicionamiento consecuente con el que daba sentido a dicho partido cuando aún era constitucionalista, alberga alguna esperanza de retorno a la cordura y la razón.

La llegada del contaminante y ególatra Sánchez, irrumpiendo de un modo avasallador en el partido y rezumando ego, algo que ya daba de qué hablar en los corrillos de Ferraz, ha provocado que la credibilidad del socialismo español salte por los aires. Este PSOE, dominado por el extremismo sanchista, ha tirado por la borda la percepción del partido referente de la izquierda española.

Los catalanes, al menos esa mitad –larga- que no se cree la paranoia separatista y que se postula del lado defensor del marco constitucional español, no debe ver al PSC como refugio garantista de la legalidad vigente. Son unos traidores y no se merecen el apoyo de un electorado al que engañan sistemáticamente en las campañas. Aunque solo fuese por gallardía, deberían reconocer que su participación en la política es, sencillamente, para ejercer de muleta del amo separatista, al que dan cobijo o apoyo siempre que la situación lo exija. De ese modo se han alcanzado muchos pactos y, por poner un claro ejemplo, se ha pisoteado el derecho lingüístico de la mayoría castellanoparlante en nuestra comunidad.

Por eso, que no vengan ahora con la cantinela, infundada y absolutamente falsa, de que los indultos y la amnistía pretenden pacificar un conflicto que no existe, o, en todo caso, está en sus mentes. El logro de la convivencia o la confraternización entre los catalanes, como les gusta decir, no puede venir de la mano de la humillación y la claudicación, pisoteando a la parte que defiende la ley y nuestra Constitución. Los vendepatrias del socialismo se sienten cómodos en su ilusión adulterada de la realidad, algo que se han creado para justificar cualquier medida que sirva para lograr su interesada continuidad.

Si de verdad se quería lograr tranquilizar la situación y el fin del separatismo, como ya se había logrado hasta su reactivación interesada por el sanchismo carente de valores y principios, la solución real y efectiva era mantener a los condenados en prisión, cumpliendo las sentencias falladas por los jueces –para muchos pobres y ridículas-, tras el mayúsculo atropello que supuso el golpe a la Constitución en 2017. Todo el montaje que se ha puesto en marcha, con el único fin de lograr los votos de la minoría parlamentaria separatista y, con ello, continuar gobernando, solo sirve para reabrir la vía renovada de la fractura y la unilateralidad.

Parece que los inútiles del Gobierno de España no se enteran o, peor todavía, les importa un bledo lo que pase en Cataluña, tras posicionar al socialismo en modo sumiso y connivente con el separatismo. No tienen ningún interés en escuchar los mensajes que envían sus socios, pero los malos nos están avisando y diciendo que van a ir a por todas. Además, ahora, con la alegría que supone el nulo riesgo penal de sus actos, tras la ayuda del sanchismo que se lo ha puesto en bandeja.

El PSOE es, y será, cómplice de lo que pueda pasarnos. La apuesta es de máximos y, tras ganar el separatismo todo lo que ha ido pidiendo, hemos de estar preparados para lo que pueda llegar. No podemos considerar al Gobierno de España como aliado, siendo, como es, el principal traidor y defensor de la causa separatista. Una situación rocambolesca que nos pone en el ojo del huracán y nos convierte en el hazmerreír mundial, con un Gobierno suicida que allana el camino, por los míseros votos del extremismo de Junts, para el fin de la nación de mayor repercusión en la Historia Universal.

Con la vuelta de los fugados, la desprotección del Estado y la evidencia de un Gobierno patético, solo nos queda la fuerza de la sociedad. Las verdaderas entidades constitucionalistas no tiraremos la toalla y estaremos dando el callo, siempre, por España. A nosotros solo nos interesa lo verdaderamente importante y no tenemos cargos o sueldos que perder, ni empatía alguna por los políticos antiEspaña gobernantes que, como todos sabemos, son los principales culpables de lo que nos está pasando.

Javier Megino