Mi tocayo José María Asencio, es juez desde los veinticuatro años, fue premio extraordinario de fin de carrera y de doctorado.

-Tocayo, como sabes soy muy amigo de Valeri, el ex cónsul de Ucrania en Barcelona que está en el frente, me ha dicho que necesitan chalecos antibalas para la población, cuanto ya con el apoyo de Javi Medina y de Jesús Sánchez (el Decano del Colegio de Abogados), voy a verte y lo hablamos. Adelante.

Su Señoría tiene unos cataplines como el caballo de Espartero, se pone al frente, mueve cielo y tierra y ya va por los más de mil chalecos recogidos.

Luisa es un bellezón, amiga de mi mujer, culta, educada y de agradabilísima conversación. Se lo dijo a sus hijos. Siento la necesidad de hacer algo por esta gente hoy en la frontera con Ucrania dedica muchas horas a cocinar, recoger ayudar a los refugiados.

Llego a casa y mi hija Maribel me comenta, -Papá, cuatro amigos de la Universidad han cogido sus coches y se han ido a Polonia, de ahí van a la frontera con Ucrania, recogen gente y los llevan donde ellos quieren, a algunos les han pagado billetes y los han traído a España. Es Tomy, es Marcelo, son sus compañeros, apenas tienen veinte años y ahí están.

A Joaquín Sagnier, le llamo primo, aunque nuestro parentesco es más lejano, es aristócrata de sangre y de corazón, se va con un remolque en el que caben tres mil kilos sobre todo de medicamentos y artículos de primera necesidad que el mismo con un amigo se ha encargado de recoger.

Son sólo algún ejemplo de lo mejor de nosotros mismos, son las diferentes puntas de lanza de una corriente solidaria de la que afortunadamente nos hemos contagiado.

Luego hay otros para los que lo esencial de lo que pasa en la guerra, es que suban los precios, que lo que más les preocupa es que haya una guerra nuclear, los entiendo, pero no a los hipócritas del “no a la guerra” es decir los que quieren abandonar a un pueblo en manos de sus invasores.

Sinceramente todo es preocupante, pero mi tocayo, Tomy, Marcelo, Joaquín, Luisa y tantos otros son lo mejor de nosotros mismos.

José María Fuster-Fabra

Artículo publicado en “La Razón”.