Son veinte años los de la presencia de España en Afganistán, unida al esfuerzo internacional para apaciguar ese lado del mundo en una iniciativa tan necesaria como arriesgada, para poder mantener el orden mundial en la nueva visión global del mundo tras la caida del muro de Berlín.

Ciento cuatro muertos españoles. Ciento dos militares y dos traductores, junto a todos los heridos, que nos recuerdan hoy su compromiso por la patria , por su nación, por España . Con ellos recordamos así mismo a todos los miembros de las Fuerzas Armadas, Guardia civil y policía nacional que han dado su vida en todas las misiones internacionales en las que estamos desplegados, o lo hemos estado, así como a todos los heridos y todas las familias.

Hace pocos días hemos recordado a los héroes de Annual, a los que nunca deberemos olvidar y con ellos a todos los que dieron su vida por España en todos los tiempos, desde Numancia… hace veintidós siglos.

Los españoles somos un pueblo de honor, y hoy es la hora en la que hemos de despertar lo mejor de nosotros mismos, para recordar desde lo más profundo de nuestra alma que los valores más puros de las personas, los valores más comprometidos y desprendidos, los más generosos, los más emocionantes, los más ejemplares, los más sinceros y humanos, los representan y ejercen diariamente los hombres y mujeres de nuestros ejércitos y de nuestras fuerzas de seguridad. Son ellos la vanguardia de la sociedad, junto a otros en su línea, como los que ejercen profunda vocación, civil o religiosa, y su constante ejemplo día a día, es el faro que nos alumbra el camino.

Hoy honramos a nuestros militares que han sacrificado su vida por todos nosotros. No dudaron en representar a España en una misión muy arriesgada, cumpliendo órdenes, sabiendo que su sacrificio incluso el más sublime, su vida, lo ofrecían por unos ideales cincelados en sus corazones, sin preguntarse por qué , solo cumpliendo el mandato para el que fueron enseñados, confiando hasta en el extremo en sus jefes, no dudando un solo minuto de su altísima responsabilidad y en ella queriendo cumplir con el dictado de su conciencia. ¿ Existe algo más sacrificado y honroso en beneficio de todos los demás, sabiendo que hasta la vida se quiere dar por ellos?

Sinceramente, y desde lo más profundo, es emocionante saberse receptor de esa entrega, es indescriptible la deuda que contraemos, es un caudal de generosidad tal que seguramente jamás podremos agradecer en igualdad de condiciones.

Nuestros militares de Afganistán nos enseñan desde su humildad diaria cómo miles y miles de personas de nuestros ejércitos han defendido a España en esa lejana tierra, para cumplir una exigencia como nación junto a otras . Esa defensa se traduce en los compromisos adquiridos en beneficio de todos, pero aún más importante en beneficio de un compromiso moral permanente con el resto de españoles, un contrato de por vida, y desde hace siglos, en defensa de sus compatriotas sean quienes sean, y piensen lo que piensen, con ese contrato que jamás romperán, pues en ellos la palabra y el corazón van unidos en bien de los imperecederos valores de España.

En estos momentos de zozobra en los que estamos y donde la situación internacional es muy delicada, nuestros militares han dado su vida para fortalecer el eslabón de nuestra historia y mostrar que su forja es pura e infranqueable, no se fatiga, ni se quiebra, y sabe resistir el embate más recio, por mucho que estemos delante de una situación insospechada y terrible. Su sangre no es en vano. Es el más alto tributo hoy y siempre en bien de España. Un hecho sublime que nos obligará para siempre, pero ha de obligarnos como lo más importante que permanentemente habremos de enaltecer y agradecer. Habremos de honrar a sus familias siempre y será de bien nacidos hacerlo así pues jamás estaremos a su altura. Jamás podremos agradecer mínimamente tan alto compromiso y es hora de exigirnos todos un especial y modélico comportamiento, en el quehacer que fuere, en sintonía con el mayor sacrificio que nos han ofrecido. Nuestras conciencias nos lo demandan así..

Quiero agradecer como español de a pie a nuestro embajador en Afganistán, Gabriel Ferran, y a su segunda en la embajada, junto a todas las personas de la misión. El ejemplo de nuestro embajador, en sus circunstancias añadidas, además, habiendo sido cesado a primeros de Agosto, es modélico. El último en abandonar Afganistán en esta tragedia de enormes consecuencias que estamos viviendo en directo. El embajador es buen ejemplo de los principios y valores que siempre han presidido España, y honra en primera línea a nuestros militares muertos por la patria. Hay que vivir una situación límite así para poder comprender lo que es haber hecho honor a la dignidad de su cargo y de su responsabilidad, y con ello a la máxima altura y respeto que siempre ostentará su persona.

Mi más profundo pésame a las familias de los marines estadounidenses asesinados esta semana, a los que se les ha rendido máximos honores, como merecen, y modestamente me sumo, así como a los británicos y tantos afganos que han muerto en el mismo atentado .

Sepamos honrar a nuestros héroes de Afganistán, a todos los soldados muertos que han entregado su vida allí. Son ellos el ejemplo de España y todos los que han muerto en tantas misiones en las que participamos. Son la permanente esperanza e insigne modelo de los españoles de las presentes y de las futuras generaciones y en su memoria hemos de unirnos enalteciendo los mayores valores y virtudes de las personas, pues solo ello es lo verdaderamente importante, es lo que la dignidad y la verdad ordena en nuestras conciencias.

Honremos a nuestros héroes militares, los heridos, y sus familias permanentemente, honremos a nuestros héroes e imitemos el amor que derramaron tan generosamente por su patria. Honremos el valor y grandeza de nuestros héroes hoy y siempre. Honrémosles, pues ellos nunca fallaron a nuestra nación y nosotros hemos de imitarles despertando nuestros profundos valores en su honor, que es el honor de España .

Que nuestra bandera roja y gualda acompañe y envuelva para siempre sus almas, y que Dios les acoja en su seno eterno, como bien han merecido, y siempre estemos a su lado, con el recuerdo de nuestra permanente oración.

Amalio de Marichalar

Artículo publicado en «La Razón»