Llegados a esta fase, sin la venda en los ojos, seguiré en la dinámica quejosa de manifestar sin cortapisas lo que conlleva este angustioso y poco gratificante devenir en la política de nuestro país. Una reprimenda extensible a muchos ámbitos de la gestión, especialmente perceptible en esta última etapa en manos del populismo comunista, que podría enfocar hacia temas sanitarios, o la sin igual destreza de estos progres con ansias palaciegas en asuntos de la importancia del empleo, la economía o la política tributaria, pero que centraré en el aspecto más denigrante para los que amamos este país y sentimos el compromiso de conservarlo, como es la hipoteca que supondrá el paso del social-comunismo y el cúmulo de favores interesados que lleva consigo postrarse ante el amo separatista.

Acumulamos muchas legislaturas en las que la dinámica ha sido la de ir concediendo y cediendo ámbitos de poder a las taifas periféricas, con el único pretexto de dar continuidad a una administración del color que fuese y consumar el egocéntrico y material interés por calentar sillones, sin valorar los efectos que supone sembrar y someter a riego fertilizado a los que han demostrado ser desleales, egoístas y supremacistas. El uso interesado de la manguera, sostenida tanto por unos como por otros, ha ido alimentando a las malas hierbas. Algo que, aunque nos permite un jardín todavía monocolor, le hace perder frescura y requiere, cuanto antes, de un estirón que las elimine. El objetivo debería ser evitar, en adelante, cualquier acceso a la barra libre de fertilizantes y humedad, con un cuidado replicado a lo largo y ancho de ese prado común que tantos deseamos sea el orgullo de todos.

No conviene que olvidemos las experiencias vividas, metiéndose por donde les quepa toda esa falsedad y mercadotecnia que habla de comprensión, concordia, paz social o diálogo. Términos que ofenden sólo con plantearlos teniendo a esa gente al otro lado de la mesa. Con nosotros que no cuenten para vender e hipotecar el futuro de España, partiendo de la base de que todo lo que ha sucedido viene a colación de una creencia inoculada que abusa de forma desmedida de la paranoica imaginación de una panda de inventores de leyendas que llegan a catalanizar a los dinosaurios, a Colón, a Cervantes o a Beethoven. Demasiados años de riego y mimo que han servido para culminar una ofensa que no puede pasar desapercibida, cuyo colofón fue esa inolvidable y ridícula escena del día de la fraudulenta declaración de independencia, con escapada circense dentro de un maletero de coche. Capítulos de una trama que pide a gritos una solución no edulcorada del mal, lo que exige aupar al poder a cuidadores del jardín con manos convencidas y dispuestos a disipar toda posibilidad de resurgimiento del germen manipulado y contaminado de odio.

Pero, por lo visto, a diferencia de esa necesidad por poner fin a esta etapa de sumisión, nos adentramos en una nueva oleada de favores que incitan el desarrollo de las mencionadas malas hierbas, lo que es diametralmente opuesto a lo que merecería el contexto en el que nos movemos, en el que existen evidencias claras y chulescas de lesiva conducta rupturista por parte de los clowns del “tornaremafé”.

Ahora, tras años de trueques en los que han llegado a darse mayorías absolutas que no requerían de más rodilla en el suelo, y que podrían haber reconducido la situación con una ley electoral que acabase con la dependencia de las minorías fanáticas del separatismo o exigiesen un mínimo nacional para obtener representación en el Congreso, nos vemos con el ahogo de esperar que, en breve y por necesidad, este ruinoso Gobierno de España siga sin remilgos vendiendo lo que queda de ella, colaborando y siendo cómplices de la retirada completa del Estado en la comunidad catalana. Ceder el Puerto, el Aeropuerto y la Zona Franca, como ya parece estar en la agenda del más peligroso de los separatistas, hoy ministro, son claros ejemplos de ello. Cambios de responsabilidad que permitirían el completo control de dichas instalaciones de comunicaciones en favor del separatismo, generando una situación de riesgo extremo difícil de revertir y controlar.

Recordemos que la intentona del 2017 no fraguó por varios factores. Uno de ellos la falta de una mayoría social que les diese coba, algo que, sin cerrar TV3 y sin cambiar el modelo educativo mediatizado y controlado para hacer a los chicos reservistas del separatismo, es cosa de tiempo. Tampoco cuajó por no disponer del control de las infraestructuras, lo que ahora están palpando ya con las yemas de los dedos. También contribuyó de forma muy directa, para consumar ese fracaso, la demostración de liderazgo del rey en su discurso del 3-O, poniendo en su sitio a los sediciosos (lo que no le perdonarán nunca los de aquí ni los conniventes de allí) y, que no se nos olvide nunca, por la salida a la calle de los catalanes contrarios a romper con España la tarde antes del día del ilegal multivoto, así como en las convocatorias que tuvieron lugar en octubre al rebufo de la cita con la cordura del 30 de septiembre de 2017.

Estamos en manos de políticos que incumplen a diario su promesa de defender a España, capaces de mentir sin pudor con el mero objetivo de auparse al sillón y lograr unos ingresos que son lo único que les motiva. Su verdadero fin es destruir y vender España, siendo Pedro Sánchez el que pone la cara para hacer real dicha venta, sin que le importen las consecuencias lo más mínimo. Pero el futuro depende de nosotros, de la buena gente que vive y siente su país a lo largo y ancho de la nación española, siempre que el afán chavista de alterar el funcionamiento de la democracia en España no lo trastoque. Para ello debe evitarse la intromisión de nuestros actuales gobernantes en las reglas del juego, en la independencia de los poderes y en el funcionamiento constitucional de la administración política del país, consolidando en la próxima cita electoral la oportunidad de cambiar el rumbo a la historia y sacar a toda esta vergüenza de políticos de medio pelo del poder.

Como españoles, debemos devolver el frescor y el verdor sin que las malas hierbas condicionen el hoy y el mañana de esta realidad, que es España. Una nación verdadera, no fundamentada en la narrativa inventada y tergiversada, que estamos obligados a preservar y dejar en manos de los que vengan detrás en las mejores condiciones y con el mejor de los futuros.

Aún queda legislatura, queda sufrimiento, queda tragar bilis, pero, cuando toque, todos debemos poner la carne en el asador para que esta etapa en manos de los que añoran el comunismo, menos para ellos, sea definitivamente un capítulo del pasado. Será el momento de recobrar el orgullo, olvidar los malos momentos y trabajar para arreglar todo el destrozo ocasionado.

Javier Megino
Presidente de Catalunya Suma por España