Las últimas citas electorales vislumbran un futuro que avecina el deseado cambio en la gobernabilidad de nuestra nación, como gran hito a alcanzar para el bien de la patria común de todos los españoles.

No me he caracterizado nunca por la neutralidad en este aspecto, al ser para mí, como para tantos millones de compatriotas, un factor de ilusión y esperanza el poder ver la caída de un Gobierno vergonzoso y vergonzante que, con el apoyo del comunismo y los separatismos varios que sufrimos en la piel de toro, ha humillado el sentimiento y la realidad de los que, sin complejos, amamos la nación de todos.

La economía, la sanidad, la defensa, la educación y tantos otros puntos clave son vitales y de máxima preocupación para todos, sin duda, pero hay un factor de prevalencia a la hora de entender la implicación personal o la razón de ser de numerosas entidades cívicas, que es el patriotismo.

Amar a tu patria, a tu país, a tu nación, es algo que siempre se pone en valor y es característico del comportamiento humano a lo largo y ancho del mundo. Pero aquí, por factores que cuesta entender, no sucede y, para colmo, hoy tiene como principal lastre a los propios gobernantes que, junto a todo su séquito de socios y sostenedores, representan a los que odian o niegan la nación a la que prometieron fidelidad al acceder a sus nóminas públicas, que es lo que más les interesa y preocupa.

Por esa razón, los que no estamos implicados en la vida política pero tenemos siempre la mira puesta en los acontecimientos políticos, aplaudimos los éxitos electorales que se están dando, por ahora en el ámbito de las comunidades autónomas, abriendo miras a un futuro con expectativas ilusionantes que muchos ya citan como un “nuevo ciclo” en la política nacional, que esperemos sirva para corregir el mayor de los males que está soportando la política de España durante la vigencia de la Constitución de 1978.

Sacar al sanchismo del poder, finiquitando a la vez esa anomalía que supone que el Gobierno de la nación esté en manos de los que quieren destruirla, mimetizando en ese mismo sentido al partido mayoritario del gobierno, debe ser el máximo objetivo y, por esa razón, el pasado domingo volvimos a tener, para España, un buen resultado electoral.

Una mayoría absoluta en Andalucía que es muy significativa, siendo un feudo tradicional del socialismo. Éxito debido a la buena gestión del Partido Popular y de Ciudadanos, además de las políticas del sanchismo y toda su retahíla de mentiras y postureo que ha hecho que el PSOE salga seriamente perjudicado tras la convocatoria a urnas del pasado fin de semana. Y no hay razón alguna para escudar el fracaso, siendo tan evidente y abriendo, definitivamente, las puertas a otro ciclo que supone una cuenta atrás para el que nunca debió ocupar una línea en la Historia de España.

Los partidos que nos generan buenas vibraciones tuvieron variados resultados tras pasar por las urnas. Uno de los llamados a participar del fin del sanchismo ahonda en su dinámica preocupante, que augura un mal recorrido si no hay un cambio de rumbo urgente. Otro arrasó, con una mayoría que tiñe de azul el mapa de la comunidad, asegurando continuidad en el saneamiento de la política andaluza, en primer término, y la española en el medio plazo, lo que es una muy buena noticia para todos. Deja claro que el impulso tras la toma de posesión de Feijóo en el PP es una realidad. Y, para acabar, aplaudo la humildad del tercero en discordia.

En referencia a esto último, el partido de Abascal parecía llamado a una mejora significativa de sus resultados, pero tuvo que conformarse con una subida que no le augura un protagonismo determinante y decisivo en el parlamento andaluz. Una situación de claroscuro ante la que despeja cualquier duda su indiscutible líder, al manifestar tras el escrutinio que, a pesar del resultado agridulce, lo importante es que gane España y, con estos resultados andaluces, dejando en mínimos al sanchismo y sus satélites, sin duda gana nuestra nación.

Eso es lo que muchos siempre queremos escuchar y nos sirve de enfoque, al posicionar el bien de la nación española por encima del interés partidista. Un argumento que esperamos sea capital en este nuevo ciclo, como aglutinante para el consenso, que siempre otorgue, en adelante, el poder a los que son fieles y leales a España.

Javier Megino
Presidente de Cataluña Suma por España