Supongo que, tras lo ocurrido con la dotación de nuevos trenes para el servicio de Cercanías en Asturias y Cantabria, se empezará con el tira y afloja de costumbre para buscar al responsable de tamaña metedura de pata. Un fiasco que da para reírse ante la circunstancia o, por el contrario, llorar de pena.

Me sabe mal por los camineros del siglo pasado. Gente sacrificada y trabajadora que, a pico y pala en la mayoría de ocasiones, se dedicaron a perforar montañas para agilizar el paso de caminos, carreteras o vías ferroviarias. Con los actuales gestores no podemos descartar que se les señale a ellos como culpables de lo sucedido. Otra alternativa es que la responsabilidad recaiga en los ingenieros de caminos de entonces, por no haber planificado, con una bola de cristal, las obras de construcción de esos túneles anticipándose a los requerimientos que podrían darse en el siglo siguiente. De una u otra forma, buscar responsables de aquella época puede ser más fácil y llevadero que darle candela a los que están detrás de la actual pifia con las medidas límite, lo que ha supuesto el encargo de unos trenes cuya altura excede el gálibo de los túneles de la red ferroviaria a la que estaban destinados.

Esta circunstancia me ha recordado lo que nos suele pasar al entrar con nuestros actuales vehículos en esos aparcamientos públicos del año catapún. Unos parkings que siguen manteniendo el tamaño de las plazas de forma acorde al espacio necesario para estacionar un Seat 600, el Renault 4 o el mini original.

Todo ello nos sirve para comparar las consecuencias de la evolución de los tiempos y los cambios en los medios de transporte, pero, desde luego, la fabricación de unos trenes que no caben por su trazado parece el argumento de una comedia.

Dicho equipamiento, a tenor de las informaciones y los compromisos pactados con los responsables de las dos comunidades autónomas afectadas, debería estar ya a punto de entrega, cumpliéndose con ello el calendario electoral de mayo. Pero, según nos dicen, parece que no va a darse gasto inútil ni derroche -al menos eso intentan que pensemos-, estando pendiente la fabricación de los trenes. En tal caso, estaríamos ante otra mentira y promesa incumplida, puesto que el rediseño y la fabricación supone al menos la demora de un par de años.

Elijan la opción que elijan, el ridículo es manifiesto y la chapuza evidente.

Javier Megino
Presidente de Cataluña Suma por España