El pasado 2 de diciembre de 2022 publiqué la primera parte de este escrito, que no descarto que tenga continuidad con nuevas entregas. En aquel momento lo dediqué al rifirrafe de Javier Lambán, en su condición de presidente de la comunidad aragonesa y uno de los barones referentes del socialismo español, con el que era presidente del Gobierno de España y hoy es, lamentablemente, candidato a reeditar dicha condición.

Las tiranteces entre ambos se debían a comentarios en los que el primero cuestionaba al que sigue siendo el mandamás de lo que fue un partido de Estado, pero en la actualidad es una mera comparsa del separatismo y de la extrema izquierda.

La parasitación del PSOE, por parte del extremismo sometido a la esclavitud por la necesidad de poder sin importar los costes y las consecuencias, que hoy conocemos como “sanchismo”, está haciendo un daño sin parangón en España y en la convivencia de los españoles

Lambán, por aquel entonces, al pasar en la actualidad a un segundo plano tras perder la Presidencia de su comunidad autónoma, fue muy contundente en su postura, pretendiendo distanciarse de la dinámica impuesta por el Atila, inquilino de la Moncloa. Luego se bajó los pantalones.

En esta ocasión sube al escenario otro actor de la vieja guardia del PSOE, no siendo su primera comparecencia en estas lides. Siguiendo la misma línea que Lambán y el silenciado Vara de Extremadura, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, toma el testigo tras su éxito electoral del pasado 23J.

Pero esta nueva pose díscola adolece de las mismas penurias que tuvo la apariencia y postureo de Lambán en su momento. El llamamiento de Page a la cordura, en un putrefacto PSOE que se ha dejado infectar por la deriva rastrera de los sanchistas, puede aparentar compromiso con la nación española. No descartemos que pretenda llamar la atención ante la humillación por la sumisión postrada ante políticos perseguidos por la Justicia. Tampoco obviemos que busque la crítica ante la claudicación, como moneda de cambio, por el apoyo parlamentario de todas las minorías separatistas. O, sencillamente, ponga el grito en el cielo ante el blanqueamiento de los que han teñido de rojo sangre tantas calles y cunetas. Pero, sea como fuere, no se puede ir por la vida con esas ínfulas críticas y, luego, cuando lo que compete es la acción, ser un seguidor más que asume lo que le toca para no ver comprometido su sueldo y sillón.

Animo al presidente Page a que encabece la necesaria revuelta interna en el socialismo español. El PSOE debe volver a ser socialista y patrio, dejando de lado al rastrero sanchismo que hoy domina el partido y se alía con todos los antiEspaña. Jugarse el puesto, arriesgarse por el bien común de todos los españoles, sería algo, en este caso, más que justificado. Tanto como para ponerle una plaza en todos los municipios de España, si consigue sacar la basura a tiempo.

Mientras toda su energía la canalice con bocanadas, sin dar el ansiado paso al frente para intentar desbancar al mísero Sánchez, la imagen que nos queda, a los que sentimos España y ansiamos que el PSOE reaccione, es de vergüenza ajena, cobardía y de falta de coraje.

No me puedo creer que, en un partido como el suyo, las opciones defensoras de la unidad y del orden constitucional no sean las dominantes y mayoritarias. Intentarlo le honraría y tendría el aplauso de muchos de los suyos, y, sin duda, de todos los que preferimos, siempre, una España roja antes que rota.

Señor Page, le estamos esperando.

Javier Megino