Huracán, tifón, ciclón, tornado, siendo distintos por los requisitos necesarios, por el lugar donde se producen o por los efectos a su paso, tienen una constante, un remolino de viento que avanza rápidamente, levanta polvareda y ciega.
Este efecto se sufre en el ámbito institucional, en nuestro vivir diario. Fuerzas organizadas, dirigidas y aplicadas intencionadamente provocan un aturdimiento tal que desvía el interés del ciudadano. Los comicios en la Comunidad de Madrid es la excusa disponible para tejer un entramado destinado a señalar a la oposición “ enemiga de la democracia “. De ahí se deduce que los únicos partidos que se ajustan a las pautas del Estado de Derecho, que cumplen con la libertad son el PSOE y sus aliados, comunistas, nacionalistas e incluso Bildu. Los alaridos, no hay otro vocablo mejor para denominarlos, han sido tantos y tan deprimentes, que impiden un ritmo adecuado en todo el panorama político. La incultura que reina en los “ agarrados “ a la política es estremecedora, resultado del bajo nivel académico y de la falta de exigencia por parte de los ciudadanos. Con este panorama poco podemos sacar en claro. Para ajustarnos a sus criterios, nunca la derecha debería gobernar y cuando hay posibilidades, se lanzan a crear bulos, a empezar la carrera de la manipulación y de engrasar los medios de comunicación afines. Basta con recordar las imágenes del Bulldog, el uso intencionado del atentado del 11M con el cerco a las sedes del PP, los calificativos de fascistas, hasta de sociedad criminal y el colofón, los ataques a la monarquía.
Un panorama muy turbio si realmente queremos que la libertad y la ley rijan nuestro presente. Hay que reaccionar e interiorizar, al margen de demagogias, que necesitamos partidos políticos serios, respetuosos con la nación y que por encima de sus intereses partidistas esté el marco legal, la convivencia y los derechos individuales.
Los devastadores agentes atmosféricos antes mencionados pueden ser peores o menos agresivos a su paso que los prontos, las bravuconadas y la desolación ante el dinero de los contribuyentes sustraído por vividores y delincuentes. El Poder judicial, el que queda fuera del control político, debe asumir su rol y hacer uso de los medios que la Constitución le pone a su disposición para acelerar el curso de las denuncias y dar a conocer lo más rápido posible la sentencia de culpa o de inocencia del encausado.
Una ola de fascismo nos acecha, nos quiere quitar la libertad vaticina Pablo Iglesias, el que es comunista, forrado de dinero, cobijado en una casa impropia de su discurso populista. Un sectario que desde su salto a la política no se le conoce otro discurso más que el agravio a los líderes de la oposición, el alentar los escraches, el desaprobar las decisiones judiciales, el criticar a los medios informativos que no le apoyan y hasta enmendar al Jefe del Estado.
Las instituciones y muchos organismos oficiales están siendo fagocitados por el gobierno en el poder, un deterioro del sistema democrático a todas luces y sin dimisión alguna por parte de los responsables políticos.
Comunicados del señor Sánchez vacíos, alejados de los datos oficiales tanto de los índices del Covid como del paro por retorcerlos o no tenerlos en cuenta, un presidente de pies de barro, un presidente que luce de serlo para las fotos, viajes asiduos y encuentros esporádicos con la prensa pero con preguntas contadas o sin respuesta. Un presidente ausente frente a los graves problemas que sufre el país, con un equipo de ministros numeroso pero con menor coeficiente intelectual, un presidente que lleva a la practica un plan de control de los órganos que están para equilibrar la acción y mantener las parcelas de libertad. El boletín del Estado, el Consejo de ética, la Fiscalía, Correos, el Tribunal Constitucional, televisiones públicas, muestras electorales y otras más instituciones han sido engullidas por el voraz equipo gubernamental como catapulta a la desmembración de España.
Podríamos colocar en primera línea de la posible debacle varios responsables, pero no nos equivocaríamos si denunciamos el caudillaje del Nacionalismo. Causa de muchos de los desastres que vivió Europa en el siglo XX. Un posicionamiento sectario, racista, insolidario y devastador de la convivencia y de los derechos ciudadanos, activado por una élite que se opone a la evolución natural de la conciencia. Élite incapaz de aceptar la homologación de las personas ante el avance del concepto de solidaridad, de justicia y de libertad, para conseguir el más alto escalafón social con el simple pasaporte de la valía personal, del esfuerzo y con el apoyo evidente de la ley redactada en una democracia parlamentaria liberal.
El ambiente turbio empezará a permitir la aparición de los rayos de luz con el cambio de la ley electoral que facilita la presencia de ese sentimiento pernicioso, enemigo del concepto de ciudadanía y que impone una machacona sentencia de unos mejores que otros por el simple hecho del apellido, de la lengua o del poder adquisitivo.
Ana María Torrijos