Las personas somos ambivalentes, tanto obramos con generosidad como arrasamos con todo. El que sepamos orientar nuestros actos y aficiones, lo que nos pueda enriquecer en cualidades y valores, depende de la formación que nos den desde el momento en que nacemos, primero en el seno familiar, luego en la escuela y el complemento, en la sociedad. Tres espacios hoy día poco orientados a lo que es su función básica. A la familia se la ha atacado continuamente, tachando a los padres de una manera genérica de machistas y a las madres de pobres mujeres sujetas al imperio del arbitrio del varón, lo que ha fragmentado los lazos que mantenían con estabilidad la convivencia, ignorando los muchos siglos que han consolidado a ese núcleo básico que el bebé encuentra al abrir los ojos por primera vez. El propósito de esta estrategia es justificar las múltiples familias que han diseñado de una forma artificial.

Cuando se produce un acto de violencia injustificable por parte del hombre, los espacios informativos no paran de contarlo y las nuevas feministas se recrean en dar detalles y fomentar concentraciones, pero cuando es una mujer la que ofuscada lo realiza, el silencio es sepulcral, no muestran su pena por la victima. Palabras tan bellas como padre y madre desean descartarlas, sobran en su tabla de ajedrez, porque eso es lo que son las personas piezas que trasladar de un sitio a otro según interese a sus planes ideológicos o personales.

Luego surge la escuela, espacio en el que se complementa esa formación, ahora también deteriorada por las leyes educativas impuestas por los gobiernos del PSOE que sólo quieren orientar en sus postulados vacíos de contenido cultural y formativo, sólo interesan las relaciones sexuales y empobrecer a la población, el cambio climático arrasa con todo, pantanos, centrales nucleares, hasta nos alientan a bajar la natalidad y mientras tanto bosques ardiendo, despoblación en el medio rural. El centro docente es una diana para fomentar la alienación mental, unos futuros ciudadanos manejables y faltos de iniciativa. Una escuela ajustada no al saber sino al capricho del político de turno, “los hijos no son de los padres” y bien dicho pues la horma del zapato es el Estado salpicado de doctrina social comunista. Ya no se explica el pasado histórico de España sólo se incide en la segunda República, la Guerra Civil, el Franquismo para edulcorarlo con sus intereses.

Y una sociedad limitada por los medios informativos mayoritarios, afines al adoctrinamiento, avalados por un gobierno nada defensor de las reglas constitucionales, con el apoyo de ERC y de Bildu, no puede fomentar en el futuro ciudadano la equidad para que por sí mismo consiga tener una opinión personal y luego actuar según crea oportuno. Se ha fomentado una verdad partidista, sectaria, contraria en muchos casos a la realidad, con sólo el interés de doblegar la iniciativa, lo propio del individuo que es la libertad de pensamiento. Se ha llegado a tal extremo que gran parte de la ciudadanía se censura a sí misma, se calla, no se atreve a posicionarse, a defender causas justas por temor a ser señalada con calificativos aberrantes sí se anima a hacerlo.

Este escenario es el que genera las bases para caer en un sistema totalitario, adocenado en el que únicamente disfruten del mando y de los instrumentos que proporcionan ganancias, los que dirijan desde el poder a base de decretos ley sin contar con la oposición, con expertos, con la opinión pública ni con la judicatura. En un sistema democrático debe primar la honestidad en general y especialmente en la política. La mentira ha de ser desterrada y quién la ejerza no le toca otro remedio que dimitir de su cargo, los errores en el ejercicio de sus competencias también acarrea la dimisión. Los avances tecnológicos sirven a los arribistas para fomentar una imagen falsa de los graves engaños lanzados por el Ejecutivo, escenarios prefabricados, comparsas bien pagados y el toque del estilista. Momento propició para lanzar un NO.

Ana María Torrijos